Sebastián
Scarlett, o mejor dicho, Scar. no se parecía a ninguna reina de baile anterior.
No pudo dejar más claro que le importaba un carajo todo eso. No estaba de pie saludando, ni lanzando besos, ni sonriendo a la multitud que enloquecía por ella. Simplemente descansaba en su trono, apoyándose perezosamente en la carroza como un gato somnoliento, curvando sus dedos con gracia cuando le apetece, con los labios ligeramente arqueados sin esfuerzo. Y cuando eso encendía a la multitud, solo soltaba una risita adorable, apoyando su barbilla en el codo y sacando un poco la lengua, haciendo que la gente enloqueciera.
Eso también me volvía más loco por ella.
—¿Por qué me elegiste a mí? —pregunté con toda la naturalidad que pude mientras saludaba a la multitud.
Intentaba interpretar el papel de rey. Bueno, sin mucho éxito. Sentí que no la conocía, ya no. No sabía si fueron estos cinco años los que la transformaron en esa especie de Harley Quinn, o si solamente fue el accidente de hace cinco añ