El susodicho
El susodicho
Por: RodionChijack
Capítulo uno

¿Cómo partir contando está historia ahora que volví a casa de Ágata, lugar del cual nunca debí haber salido?

Desde el principio o como salga, da lo mismo. No soy escritora ni nunca me las di de tal y últimamente el tiempo hace lo que quiere conmigo. ¿Por qué yo no puedo hacer lo mismo con él?

Acabo de darme cuenta de que mi familia me toma por loca y perdedora ahora que estoy sin ninguna clase de compañía masculina nuevamente. Yo les dije que no, que nada más con los hombres, durante ese último almuerzo familiar que alcancé a compartir en casa de papá antes de que decretaran la famosa cuarentena obligatoria acá en la ciudad por el asunto de la pandemia. Mi hermana me recordó lo puta que fui durante ese tiempo antes de conocer al susodicho, con el fin de hacerme desistir en mí decisión, onda que no iba a lograrlo porque no se podía, menos aun considerando mí adolescente vocación de chica promiscua. Mi hermana quería arreglarme una cita con Pablo, un amigo de infancia que se acababa de separar y que siempre había estado enamorado de mí. Dije que no, por supuesto. Mi hermana no comprendía mí feminismo radical; para ella solo era un club de minas feas o gordas rechazadas, pibas que usaban la causa como excusa considerando que jamás iban a tener posibilidad alguna con un hombre. Cuando supe que sus intenciones eran buscarme a alguien solo para que me mantuviese económicamente la mandé a la mierda y ella me respondió que yo era una perra maniática que estaba cagada de la cabeza, onda que yo no podía pensar así, que, mal que mal, Ágata, lejos la mejor amiga de la historia universal, no tenía ninguna obligación de hacerse cargo de mí ni de Santi. Le declaré la guerra ese día y no pienso volver a hablarle y por suerte la pandemia ha colaborado bastante con aquel sano propósito.

Siempre nos critican a nosotras las feministas por supuestamente odiar a los hombres. Yo no estaba de acuerdo con esa afirmación en un principio, pero debo reconocer que tras el último tiempo me anduve excediendo en eso y que, al fin y al cabo, no tiene nada de malo; nuestros abuelos, padres y hermanos fueron la misma mierda acomodada y opresora, común denominador de siglos y siglos de un grotesco e infinito patriarcado.

La verdad es que me daban lo mismo las reacciones que generaban mis creencias en mí familia porque todo tiene una causa mucho más importante según yo y creo que no me equivoqué. Si a eso le sumo que me importa una mierda lo que los demás piensen respecto a eso de que estoy loca por no querer seguir los patrones convencionales, me doy cuenta de que el problema no soy yo sino que ellos, ya que como mujer voy a estar siempre expuesta a esos prejuicios y a muchas otras cosas más, al igual que mis compañeras.

Todo comenzó cuando terminé con el Susodicho, o más bien terminó, tal vez suene mejor así. Lo peor que hice fue creer que podía llegar a hacerlo cambiar y que se adaptaría a una vida de pareja convencional como todo el mundo y que iba a abandonar su vida de músico callejero por mí y por nuestro hijo. Craso error; Es una regla no esperar nada de un hombre y aquí están las consecuencias de no haberlas acatado. Me arrepiento tanto de ello porque fue un asqueroso derroche de autoestima, tan así que me da vergüenza ajena recordar ponerme un incómodo vestido con escote solo con el fin de provocarlo a él, pero el huevón jamás anduvo a la altura de todo lo que le entregué porque la verdad es que, bajo mi punto de vista, fue realmente una basura conmigo. Debo reconocer que el odio viene desde antes, cuando me dejó preñada tras dos años de noviazgo. Él no sabía que me había quitado la libertad tras esa felicidad que le proporcionó la noticia de ser padre y por eso tanto rencor; jamás se lo pude llegar a perdonar.

En la poca familia que le queda deben odiarme. Se enojaron bastante porque no quise hacer el famoso Baby shower. Me detestaron aún más cuando la última vez que los vi prácticamente les grité en la cara que la maternidad era algo asquerosamente repugnante.

Pero aquí estoy, asumiendo la responsabilidad de mis actos. Por más que lo intente, no tengo muchas posibilidades de nadar contra la corriente aspirando a un éxito rotundo.

Volviendo al susodicho; pretendo olvidarlo a tal punto de que ni siquiera pretendo mencionar su nombre para contar esta historia. Me encantaría que no fuese el padre de Santi pero llegar hasta ese punto es imposible; supongo que cuando levanten la cuarentena tendré que seguir viéndolo frecuentemente y pensar en eso me hace mal, aunque últimamente no he sabido nada de él, ya que se comunica solo para enviarme dinero. No es que haya estado especialmente romanticona y resentida y nostálgica durante estas asquerosas últimas semanas tampoco (Más bien todo lo contrario). No, no se trata de eso. Digo olvidarlo porque me sentí muy imbécil tras estar notablemente consciente de que tuve que soportarlo durante mucho más tiempo prácticamente solo porque no le quise poner freno a la situación debido al famoso qué dirán.

El susodicho sabía de mis valores cuando me conoció: "Feminista", como decía él, con ese tono de voz bien grave que me derretía por completo en un principio, pero que al final terminé odiando. Dijo que me iba a aceptar tal cual era esa primera vez que acepté salir con él: "Eres lejos la mina más inteligente que he conocido. Te amo". Nunca supe si realmente lo dijo en serio o solo era una treta para llevarme a la cama esa misma noche en la habitación de mala muerte que le arrendaba la mismísima puta de mi hermana mayor, en la parte trasera de esa casa. Y lo peor de todo es que pude haberlo amedrentado antes pero no, dejé que me insistiera y que me tocara donde el quisiera, mientras nos tomábamos unas latas de cerveza en su pieza con la espalda apoyada en la pared sentados en su cama, tipo dos de la madrugada escuchando In rainbowns de Radiohead con la luz apagada (Se notó que se esforzó bastante eligiendo un buen lugar para cenar. Creí que el se merecía que me pasara un ratito por su habitación antes de dormir). Yo le decía que parara de hacer lo que hacía porque lo estaba haciendo pésimo pero él insistía ahí, cada vez más descarado con sus manos, como si yo no le hubiese dicho nada. El maldito era tan inteligente que no creyó nada de lo que le dije para amedrentarlo y simplemente no pude lograr ni que se detuviera ni que dejara de avanzar porque tal vez el en el fondo sabía que lo estaba probando. Y en eso no me di ni cuenta cuando me dejé besar el cuello y no me importó para nada qué quisiera metérmela casi enseguida porque el huevón, sin estar consciente de lo que realmente estaba haciendo, me había dado una de las mejores previas de mi vida, subiendo y bajando su mano por todo mi cuerpo, en el fondo él sabía que yo estaba jugando. Sus manos se comportaron muy bien con mis tetas y realmente sabía provocarme con su roce, además de que se demoró muy poco en descubrir mi punto débil, a punta de caricias con mucha convicción Ahí si que pensé que de verdad se merecía más de lo que le estaba dando y decidí hacerlo disfrutar de mi mayor talento oculto, ordenándole que se pusiera de pie y yo ahí de rodillas, mirándolo hacia arriba y moviendo las pestañas mientras inauguraba mi particular jugueteo previo con su verga, con la cual quedé bastante conforme pese a que antes ya había tenido la posibilidad de tener en mi boca algunos otros aparatos más ostentosos.

El tema es que sí logró su objetivo de llevarme a la cama esa misma noche. Después de que se la chupé por bastante rato y con bastante entusiasmo como que me lo hizo demasiado lento para mi gusto pero me dejé llevar, puesto que estaba lo suficientemente consciente de que estaba borracha y que la música y la oscuridad solamente mitigada por la tele con la carátula del in rainbowns eran cosas como para disfrutarlas más que para analizarlas estando en esa condición. Después de eso, durante una pequeña temporadita, cada vez que se me antojaba tener sexo, en vez de salir a cazar me conformaba con comprar unas latas de cerveza e ir a escuchar rock británico con él. Un día le pregunté cuál era su fantasía sexual y me respondió que era que se la chuparan mientras estuviese leyendo una novela de Bukowski. Le sugerí que si tenía ganas de que se la chupara tomara una y la leyera y que no le diera tantas vueltas al asunto. Raras veces lo hizo porque él tenía cada día una idea diferente para seducirme y yo se lo permitía, ya que cada vez me lo hacía mejor. No solo teníamos sexo con el susodicho. A veces salíamos a caminar por las tardes noches y nuestras expediciones solían terminar en alguna cafetería o en algún restaurant chino pagado por él. Me di cuenta de que estaba enamorada de él una vez que peleamos y el maldito estuvo inaccesible durante casi tres semanas seguidas. Ya ni recuerdo por qué estupidez peleamos, pero durante todo ese periodo no me respondió nada, ya que muchas veces intenté hablar con él por WhatsApp. Lo extrañaba bastante, ya que lo encontraba lindo, talentoso e inteligente, además de que le gustaba cocinar y leer bastante. Mi filtro definitivo fue cuando tras el polvo de reconciliación le pregunté por sus autores favoritos y no me decepcionó para nada su respuesta, ya que yo, pese a ser feminista, me encantaba la literatura sucia. A mí también me gustaba cocinar por hobbie al igual que él y desde esa misma tarde en adelante, en la cual decidimos poco menos que formalizar nuestro vínculo, comenzamos a disfrutar mucho de esa afición en común.

Pero como dicen por ahí todo se acaba, incluso lo bueno, donde el costo para conseguirlo es demasiado alto para lo que son cosas sagradas, como la dignidad de una misma. ¿Por qué se terminó nuestra relación si nos queríamos tanto y lo pasábamos tan bien y teníamos buen sexo, incluso hasta en los últimos días de nuestra relación? Al menos yo ya no estaba dispuesta a tolerar más de eso que las mujeres tenemos la obligación de tolerar solo por el hecho de ser mujeres, ya que inconscientemente todos los hombres son unos machistas de mierda.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo