Capítulo ocho: sensaciones prohibidas.
Austin invadió mi boca, introduciendo su lengua, causándome escalofríos. Intenté defenderme, pero entre más jugaba con mi lengua, más me costaba alejarme. Ese sabor tan culposo como placentero estaba ganando la batalla. No me dejaba descansar y tampoco quería que lo hiciera. Fue dominante, posesivo. Siempre controló el juego. Mis manos fueron a su pecho, me propuse apartarlo y no lo logré. Sus músculos se notaban apretados contra mis manos.
No podía respirar, la cabeza me daba vueltas, el vientre me hormigueaba, mis emociones me traicionaban, al igual que todo mi cuerpo.
¡Estaba casada!
¡Quería recuperar mi matrimonio!
¡Debía serle fiel!
¡No podía tener una aventura siendo una mujer casada!
¡No podía traicionar a mi esposo!
Mis pensamientos se convirtieron en humo. Mi cuerpo no obedecía. En algún punto terminamos contra la puerta del baño. Sus manos viajaron por mis piernas desnudas, para luego tocar zonas indebidas que estaban cubiertas por la ropa.
No podía negarlo, mi zo