Cap.2

Layla observo a Marcus desde la sombra del lobby del edificio y memorizo sus rasgos temiendo que esa fuera la última oportunidad que tendría de hacerlo, temiendo no volver a verlo, temiendo que todo su tiempo con él hubiera sido un sueño y ahora fuera tiempo de regresar a la pesadilla que era su realidad.

Lo miro, y casi quiso llorar, pero no lo haría, no le daría nada más a ese terrible lugar que había terminado de consumirla en el peor momento de su vida, así que se centró en el único que la había mirado, el único que real mente la había visto en toda su vida, y mirando en su interior cuando nadie más lo hizo. Ella trato de memorizar cada uno de sus rasgos, su cabello castaño oscuro ligeramente largo que le llegaba a la nuca peinado hacia atrás con mucho fijador con extremo cuidado y meticulosidad, sus ojos cafés de aspecto frío pero que sabía de primera mano podían ser los más cálidos en el mundo, sus cejas pobladas, su rostro un tanto cuadrado, sus facciones severas, sus labios finos que desaparecían en una dura línea cuando se molestaba por algo, su nariz recta, sus hombros anchos y aquel torso de acero oculto en un traje de una prestigiosa marca hecho a la medida, sus manos anchas llenas de cicatrices y callosidades que se encontraban en los lugares correctos que se requerían para sostener casi cualquier tipo de arma, lo cual contrastaba con sus regio y pulcro porte.  

Él se acomodó las mancuernillas de su traje una última vez, un hábito que tenía cuando amenazaba alguien, uno que seguramente no notaba o habría tratado de corregirla o de disimularlo con esa actitud que lo hacía lucir aterrador e intimidante, y cuando el guardia cerró la puerta del auto y este arranco ella sintió que el alma se le iba los pies y esa maldita reja y esas paredes se cernían sobre ella para encerrarla para siempre en aquel lugar infernal.

Cuando uno de los guardias se inclinó en torno a ella tanto por lo pálida que se había puesto, como para hacerle entrar, ella lo miro amenazadoramente sorprendiéndolo y haciendo que se replanteara la idea prefiriendo detenerse en el acto.

— No te atrevas a ponerme las manos encima — amenazó autoritaria con una actitud agresiva — Dime lo que deseas que haga y lo haré, pero si me toca no responderé por mis actos —advirtió mostrando los dientes y pudo ver desde su lugar como el director se acomodaba la corbata y se pasaba una mano por el cabello ahora desordenado antes de girarse hacia ella en una actitud un tanto condescendiente, y sus ojos grises tan parecidos a los de su padre la hicieron odiarlo de inmediato.

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