Después de un par de horas de conducir a toda velocidad finalmente llegó a su destino, deteniendo su auto frente a una pintoresca casa de dos plantas de color naranja quemado, con techo de teja y un hermoso porche en el jardín del frente
–¿Y ahora qué demonios hiciste?—reclamo saber bruscamente Diana cuando abrió la puerta de la pintoresca casa ubicada en un fraccionamiento privado a las afueras de la ciudad.
Diana podía ser la gemela idéntica de Pamela con los mismos ojos de esmeralda, la misma complexión delgada y atlética, las mismas facciones suaves y delicadas, el mismo cabello pelirrojo de rizos rebeldes con la única diferencia de Diana que le gustaba alaciarlo, pero el mal rollo de Diana y su frió carácter que le helaba la sangre, distaba mucho de lo cálida, dulce y animosa sé que era Pamela.
Diana lo miro duramente con el brazo extendido a un lado de ella y la mano sujetando el marco de la puerta cortándole el paso. No lo dejaría pasar ni le informaría P