El dolor de una traición
El dolor de una traición
Por: Antonya
Traición

~Anni~

Tengo los nervios de punta, hoy es un día especial, “nuestro aniversario de bodas”, cumpliendo y a punto de celebrar siete maravillosos años de matrimonio y por primera vez haré algo fuera de mis límites, a pesar de que una parte de mí siente vergüenza la otra me impulsa hacerlo; darle a mi amado esposo un increíble e inolvidable aniversario de bodas, ya que creo que él se merece la mejor sorpresa del mundo.

Esto lo hago por dos cosas; amor y para demostrarle que sus sabias palabras no son del toda ciertas, “la rutina es mala y peor cuando eres una mujer que considera que el deseo solo se puede saciar en la oscuridad y en un tiempo definido, puesto que podemos ser consumidos por la monotonía” o, “los hijos arruinan la relaciones”.

Ash, no quiero arruinar este momento especial, pero se me hace difícil no recordar el día que mis padres fallecieron en aquel accidente de auto, ¡doce años de muertos! Fui la única que sobrevivió y eso me dejó marcada. Al principio todo fue difícil porque me culpé de su muerte, aunque la psicóloga dijera lo contrario. Fue horrible quedar sola en el mundo, ya que ningún orfanato me recibía porque era mayor de edad y por problemas legales no pude quedarme en mi propia casa.

Anduve varias semanas en la calle, fui una mendiga que buscaba la muerte enseguida, sin embargo, no lo fue porque entre más lo intentaba, la voz de mi madre se hacía presente en mi cabeza.

Salí de la oscuridad en la que me encontraba; trabajé arduamente y al mismo tiempo me inscribí en una de las universidades públicas para retomar mis estudios de Economía.

Los años pasaron y cada día fue un reto para mí, hasta que Luis; mi compañero de universidad me propusiera ser su novia y luego ser la madre de sus hijos. Ambos terminamos la carrera de Economía; él ejerció en una de las empresas de su padre, mientras que yo me quede en casa con el papel de ama de casa.

Es difícil de creer, pero la chica pelinegra de ojos marrones capturó el corazón del chico rubio popular. Ahora somos la familia perfecta; nuestra hija es el fruto de nuestro amor.

¡Dios! Tic… Tac… Tic… Tac…

¡Que empiece la fiesta!

He escuchado el sonido del auto acercarse al garaje, ¡sí, es la señal que esperaba! Desesperada y nerviosa, me quité la bata, dejándome solo con el bustier bodysuit de encaje color rojo pasión; es un tipo de lencería extravagante y sensual que mi propio esposo me regaló el día de mi cumpleaños. No lo había usado porque me daba vergüenza y el miedo tenía que ver muchísimo, ya que las inseguridades son mi debilidad.

Hoy, me armé de valor y me lo puse, a pesar de que me quedé como media hora ante el espejo intentando luchar con mis miedos. Tras suspiros y suspiros me dije a mí misma que hoy era una noche especial donde debía dejar todo atrás y apreciar lo que mi esposo sigue sintiendo por mí. Él se dio la molestia a entrar a una de esas tiendas para comprarme ropa interior. ¡Oh! En ese instante entendí que mi esposo me había mandado una señal, que la prenda era la respuesta a la llama de nuestro amor.

De un impulso corrí a esconderme detrás de las cortinas de la habitación, mis intenciones principales eran sorprenderlo en la puerta principal de la casa, pero luego cambié de opinión y decidí que la terraza era el lugar perfecto para demostrarle que sigue siendo el amor de mi vida, “una celebración romántica bajo las estrellas”.

Ufff... Todo está saliendo de maravilla, dejé a mi princesa en casa de sus abuelos. Le mentí a mi esposo diciéndole por llamada que me quedaría en casa de sus padres porque nuestra princesa pedía estar un fin de semana con ellos, sin embargo, no es cierto, ya que todo es un plan para que la sorpresa marche bien. Lo bueno de todo es que a tiempo regresé a casa para preparar la noche romántica, celebrando un año más de matrimonio.

¡Oye, por qué tarda tanto!

Cómo todos los días él viene del trabajo directo a la habitación para quitarse la ropa, pero ahora ha demorado.

Ni modo tengo que salir de aquí...

Me detengo en seco al escuchar un par de voces.

—¿Estás seguro de que la floja de tu mujer no vendrá? —tras escuchar que la puerta de la habitación se abre una voz no femenina se hace presente—, papi, contéstame por favor, hmmm... Sabes que nos conviene, que ella crea, que la amas con todo el corazón—dice entre risas.

¿Qué?

Noooo... Esto tiene que ser una broma y de mal gusto, ella no puede ser la misma que tengo en mente.

—No te tienes que preocupar mi bombón, esa mujer está en casa de mis padres, tenemos la casa solo para nosotros.

No… no… no… Me niego a aceptar lo que estoy escuchando, mis piernas tiemblan y mi mundo se derrumba. Cierro mis ojos y me armo de valor para enfrentar mi realidad.

—Me encanta mi amor porque no quiero que me lleves al auto-hotel, no es nada fino —se queja—, me tocó ir al spa porque esa cama parecía de concreto y no de plumas como esta cama.

Se me hace un nudo en la garganta, sin permiso alguno se sale una lágrima, me reúso a llorar, reprimo todo el dolor que siento. Veo a la niñera de mi hija en la cama con mi esposo, ¡por Dios! Está en una posición comprometedora, ambo se sacian y se dejan llevar por el deseo que sus cuerpos exigen con urgencia.

—Ya no te tienes que preocupar por eso mi amor, mañana venderé el auto de la insípida de Anni y con ese dinero te compraré un departamento de lujo.

—Si mi papi, sabes que esa floja no te sirve para nada, es un microondas desechable que pronto botarás —ella se encargó de enfatizar la última palabra—. Y no te preocupes por la mocosa, sabes que tú no naciste para ser padre, ella se embarazó a propósito para amarrarte, no obstante, tú no eres de esos hombres que se queda por el hijo. No, tú eres de los hombres que le gusta la carne, la acción y la emoción de tener a una buena mujer sobre tu cuerpo, consintiéndote hasta sacarte el último suspiro.

—Sí, ella debió morir junto con sus padres, ya no quiero verla, no te puedes imaginar las náuseas que me provoca verla y todavía dormir con ella.

—Con razón siempre te dan los dolores de cabeza, pero ya estoy aquí y he venido a mandarte directo a las estrellas, hoy descargarás lo que esa floja para nada provoca.

—¿Cómo pudieron hacerme eso? —aclaro mi garganta, preparándome para gritar—.Túuuuu...—grité llena de furia, me quité los zapatos de tacón y empecé a lanzárselos.

—¿Qué haces aquí? ¡Se supone que estarías con mis padres!

Corrí hacia la puerta y con un toque a la pantalla que está en la pared hago que la habitación se ilumine por completo.

—Esta es mi casa, ¿cómo te atreves hacerme esto? ¿Por qué con ella? ¡Es la niñera de nuestra hija!

—Eres una necia, cómo se te ocurre aparecer así de la nada —me reprocha con descaro, se levanta de la cama, pero antes se asegura que la coneja de dos patas este bien—, y también es mi casa, así que tengo el derecho de saber si estás o no.

Sí que es un descarado, todavía se atreve a enfrentarme y tratarme como una basura.

—¡Soy tu esposa! ¿Por qué me haces esto? —aprieto mis labios y las lágrimas no dejan de salir.

—Deja de humillarte, no fue suficiente todo lo que escuchaste, ya... Entiende de una vez que eres un trapo sucio del que no quieren recoger y menos lavar.

—¡Noooo!

—Cállate, eres una escandalosa, por eso he pensado dejar el trabajo de niñera porque nadie te soporta —hace un sonido en sus labios que me llamó la atención de mi ira—. Oh... Mírala amor, lleva puesto el bustier que dejé aquella noche, ¿hmmm? Sí, recuerdo que era en el cumpleaños de... Sí, de ti, qué creíste, que mi hombre te regalaría algo que no te queda y menos con tu cuerpo de tabla podrida, “comida de comején”. ¿Recuerdas que me preguntaste quién me compraba todos mis caprichos? Ja, ja, ja... Nena, te lo dejo de tarea.

—¿Eso es cierto? ¡Dime!

—Es cierto, llevo una larga relación de años con...

—Eres una... Me las pagarás, él es mi esposo y te aprovechaste de mi confianza, ¡te metiste con mi esposo!

Me voy hacia ella, lanzándome sobre la cama, sin medidas y remordimiento, le suelto una y otra cachetada. La furia me ha segado.

—Suéltame… ¡No, quiero que me sueltes! —de pronto siento los brazos del infiel sobre mi cintura, cumpliendo su cometido, alejándome de la... Ah.

Mi pecho sube y baja. Jadeo fuertemente. Intento zafarme del agarre de él, pero su fuerza supera la mía.

—Te arrepentirás, te lo juro —a lo lejos escucho los gritos de ella.

—Sí, se arrepentirá de comportarse como una mujer de la calle, al parecer no aprendió nada en el colegio y bueno, que se puede decir de modales si sus padres murieron.

—¡Deja de hablar de mis padres! —sin verlo venir me suelta una cachetada.

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