La próxima vez que Minato le dijera que no era seguro ir a un sitio, dejaría de ser tan estúpido, y le haría todo el caso del mundo. Ya estaba decidido.
Akari podía notar la tensión en el rubio, porque su mano era tomada con fuerza, aunque cierto cuidado de no lastimarlo, y solo miraba al frente.
La calle era apenas alumbrada por los faroles, a varios metros de altura y, a pesar de que no había ninguna nube en el cielo, al castaño le parecía como que pudiera soltarse una tormenta en cualquier segundo.
Detrás de ellos, podía escuchar los pasos a ritmo normal de esos tipos, que fingían una charla amena y risas. Ellos, en cambio, aparentaban estar relajados, pero se movían más rápido.
La mano de Minato se había enfriado de golpe, y entendió que él, a diferencia suya, que estaba viciado por el alcohol, y la ansiedad, él si pensa