Alicia:
Sentí como el agua me empapaba la cara, era evidente que llovía y yo estaba a la intemperie,
pero mis ojos se negaban a abrirse y mi cuerpo parecía no querer obedecer ninguna orden que
le diera. Me dolía todo, absolutamente todo. El frío calaba mis huesos, me encontraba casi
desnuda y no podía dejar de temblar, lo hacía de miedo y de frío, pero más de miedo, pues
estaba aterrada y desorientada. Otra vez le ordené a mis ojos abrirse y a mis piernas moverse,
pero ninguno de los dos me obedeció, tampoco mis brazos, ni siquiera los dedos de las manos.
De pronto escuché una voz a lo lejos, era más como un murmullo. Quise gritar para pedir ayuda
pero mi garganta no pudo emitir sonido alguno. No llegué a distinguir sus palabras hasta que
sentí que me cubrían con algo, un hombre me cogía en brazos y me recostaba a su pecho
‒ Renzo, abre el coche y ve llamando al Doctor, vamos a casa.
‒ ¿Está bien?
‒ No, no lo está, pero al menos respira
No reconocí ninguna de las voces, en realidad no