Susana pensó mucho, muchísimo.
Las ganancias y las pérdidas, después de analizarlo todo claramente, finalmente le marcó a Álvaro.
Álvaro por una vez había regresado a casa a acompañar a su hijo, estaba de bastante buen humor. Cuando recibió la llamada de Susana se sintió aún mejor, pensó que Susana se estaba rindiendo ante él. No era extraño que pensara así, a su alrededor abundaban las mujeres que se rendían ante él por su riqueza y posición.
Susana no sería la excepción.
Álvaro habló con tono reservado:
—¿Me buscas tan tarde por algo? Si es asunto de trabajo, hablamos mañana en la junta matutina. Si es algo personal...
Del otro lado del teléfono, la voz ronca de Susana:
—Es algo personal.
Sin dudar ni un momento, fue directa al grano:
—Disculpa, señor Mesa, no puedo casarme contigo. En cuanto a la razón, creo que si quieres, puedo hacer un PowerPoint con el video tuyo y de la señorita Melisa y proyectarlo mañana en la junta. Supongo que no quieres eso.
Álvaro no dijo nada por mucho t