Laelia dio media vuelta y se fue.

James cultivó en el patio durante todo el día.

En un pestañeo, se hizo de noche.

James se sentó en el patio y contempló la noche estrellada con la mirada perdida.

Mientras contemplaba el cielo iluminado por las estrellas, él se sintió extremadamente pequeño.

No sabía qué había al otro lado de ese cielo estrellado ni cuántos secretos guardaba.

¿Existía siquiera un límite para este cielo estrellado?

Mientras pensaba en ello, pasó la noche.

Laelia apareció al día siguiente por la mañana en el patio.

Llevaba un vestido precioso y estaba tan hermosa como siempre, irradiando un encanto noble.

“James”.

Su voz airosa y dulce lo llamó.

James asintió con la cabeza mientras respondía: “Mmm”.

“Vámonos. Te llevaré a nuestra tierra ancestral”.

“De acuerdo”.

A James le interesaba la tierra ancestral de los Targwyn y tenía curiosidad por saber si un poderoso antepasado de los Targwyn había dejado una herencia.

Los dos salieron juntos del palacio.

Los