A la mañana siguiente, el señor Luna se fue muy temprano. Antes de partir, les dio instrucciones a sus discípulos para que cuidaran de Darryl y que no le dieran ninguna medicina ni elixir.
Daisy sintió curiosidad. Poco después de que el señor Luna se fuera, Daisy fue a comprobar el estado de Darryl. Pensó detenidamente: ‘¿Qué clase de herida sufre este hombre? ¿Cómo puede estar desmayado tanto tiempo?’.
Keele no estaba contento de ver a Daisy estando tan cerca de Darryl. Se acercó a grandes zancadas e instó: “El Maestro dice que podemos dejarlo como está. Es hora de sacar las hierbas medicinales a la luz del sol para que se sequen. Ven a ayudarme”.
Keele y Daisy comenzaron su aprendizaje más o menos al mismo tiempo. Después de pasar unos años juntos, él la trataba como su mujer y había planeado confesarle su amor a Daisy cuando llegara el momento. Sin embargo, se puso celoso cuando la vio mirando a otro hombre.
Sin voltear su cabeza, Daisy agitó su mano. “Puedes ir y hacerlo tú sol