Jasmine
Salgo de mi residencia y, después de unos quince minutos caminando, llego a la casa de mi amiga.
Atravieso el portón que permanece siempre abierto, ya que Gamboa es bastante tranquila y nadie suele invadir la privacidad ajena para causar daños.
Amo este lugar y siempre quiero estar por aquí, hasta ya traje a las gemelas aquí para jugar con los niños que viven en esta región. Ellos no tienen nada que ver con las gemelas, son pobres, pero son educados y a las niñas les encanta jugar con cada uno de ellos. El día que las traje aquí fue muy divertido y ya hasta me pidieron que las trajera de nuevo.
—Hola, Cecilia, ¿todo bien, mi amiga? ¿Ana aún no ha llegado? Quiero hablar con ustedes dos.
—¿Sobre qué? ¿Qué quieres hablar con nosotras? Ya sé, ¿quieres que le demos una buena paliza a esa rubia? Si es eso, ¡estoy dentro! —dice Cecilia.
—No es nada de eso, amiga, por ahora.
Poco después llega Ana.
—¡Hablen, locas! ¿Qué es eso que quieres decirnos con tanta urgencia? —pregunta Ana.
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