"Arrgghhh, despacio, Hans. Duele".
Diego abrió los ojos como platos. Ese suspiro le recordó la tragedia de esa noche. Donde probó por primera vez la dulzura de la miel de Lolita. Y ahora, la chica volvía a soltar ese suspiro.
"¡Maldito! ¿Qué están haciendo esos dos?", pensó Diego.
De repente, el pecho de Diego se agitó con fuerza. Sin pensarlo dos veces, puso su mano sobre la manija de la puerta y la abrió bruscamente, produciendo un fuerte golpe.
¡Bruaaaakkkkk!
Lolita y Hans se sobresaltaron; sus ojos se dirigieron inmediatamente a la figura que estaba parada en la entrada con el pecho agitado. El silencio colgó en el aire; la mirada de Diego, que al principio estaba llena de ira, cambió a una expresión amigable.
"¿Ya regresaste?", preguntó Hans. Diego se mostró nervioso, apartó la mirada en todas direcciones. Aunque antes había tenido malos presentimientos.
"¿Qué están haciendo aquí?", Aún no estaba claro lo que Hans estaba haciendo sujetando la mano de Lolita, que estaba extendida