POV de DiegoA veces uno sabe que algo está por romperse antes de que pase. Lo siente en el estómago, en los silencios, en la forma en que alguien te mira y luego baja la mirada. Eso fue lo que sentí cuando vi a Adriana esa mañana, sentada en la orilla de mi cama, con el rostro perdido entre sus manos.—¿Dormiste algo? —pregunté, acercándome despacio, como si cualquier movimiento brusco pudiera hacerla desaparecer.—No —murmuró—. Pensé que después de lo de ayer me sentiría más fuerte. Pero solo tengo miedo, Diego.Me senté a su lado. Le tomé la mano.—Es normal. Has roto con todo lo que conocías. Pero no estás sola.Me miró con esos ojos llenos de duda y amor al mismo tiempo. Quería decirle que todo estaría bien, pero no soy idiota. No le iba a mentir. Nada estaba bien. No mientras su familia quisiera destrozarnos.—Mi padre mandó a alguien anoche —confesó, bajando la voz—. Un amigo suyo del partido. Quería que regresara a casa, que “dejara de avergonzarlos”. Me dijo que aún podía limp
POV de AdrianaPero sí existía.Y me estaba esperando.Encendí el celular y vi notificaciones por cientos. Mensajes de desconocidos. De antiguos compañeros del colegio. De periodistas. De gente que jamás imaginé que vería mi rostro y mi historia.Algunas eran palabras de aliento, otras... puro veneno.“Traidora.”“Vergüenza familiar.”“Otra niña rica jugando a ser rebelde.”Tragué saliva.No era que me importara lo que dijeran de mí. Lo que dolía era la sensación de que todos creían conocerme, juzgarme, escribir mi historia con tinta que no me pertenecía.Diego se removió a mi lado, con el cabello enredado y los ojos aún soñolientos.—¿Ya estás despierta? —murmuró, estirando la mano hacia mí.—Hace rato. El video se hizo viral.—¿Y cómo te sientes con eso?—Como si el mundo entero estuviera gritándome al oído.Diego se incorporó, frotándose la cara.—Lo único que importa es cómo te ves tú. No cómo te ve el resto.Quería creerle. Pero el timbre sonó y, con él, mi corazón se encogió.—¿E
POV de AdrianaCreí que después de publicar el video, después de recibir la visita inesperada de mi madre, después de la carta que nunca tuvo respuesta, las cosas finalmente empezarían a calmarse. Pero no fue así. No del todo. Lo que viene después de alzar la voz no es silencio. Es eco. Ruido. Repercusiones.Y algunas llegan disfrazadas de oportunidades.—¿Una entrevista? —repetí, sin ocultar mi sorpresa.Diego, sentado frente a mí, frunció el ceño.—¿De quién?—Un programa de televisión. De los que se transmiten en horario estelar. Quieren que cuente mi historia.—¿Por qué ahora?—Dicen que están haciendo una serie de reportajes sobre los jóvenes que se rebelan contra las élites. Les pareció “inspirador”.Diego se pasó la mano por el cabello. No dijo nada de inmediato. Lo conocía demasiado bien como para pensar que su silencio era aprobación.—¿Tú quieres hacerlo?Me mordí el labio inferior.—No lo sé. Parte de mí quiere. Quiero seguir hablando. Usar lo que pasó para algo más grande.
POV de DiegoCuando Adriana salió esa tarde para ver a su padre, sentí algo extraño. Como si el aire se congelara en mi pecho. La había visto enfrentarse a cosas peores, pero esta vez era distinto. Esta vez iba a cerrar un círculo… o abrir una herida más profunda.Y no podía acompañarla.Me quedé en el departamento, sentado en el borde del sofá, mirando la puerta como si al observarla fijamente pudiera protegerla. Era absurdo. Pero era lo único que podía hacer.Saqué mi cuaderno y comencé a escribir. Cuando no puedo hablar con nadie, le hablo al papel.Adriana es una tormenta y un faro al mismo tiempo. Nunca pensé que amaría a alguien que me hace cuestionar todo lo que soy, pero con ella todo es real. Aterradoramente real.Suspiré. Cerré el cuaderno. Me levanté. Caminé. Me senté de nuevo.Y entonces el celular vibró.Un mensaje de ella:“Estoy bien. Ahora vuelvo.”Tres palabras. Bastaron para que mis pulmones volvieran a llenarse.Cuando regresó, no dijo nada al principio. Entró, dejó
POV de AdrianaNunca creí que me acostumbraría a las victorias. A veces llegan tan silenciosas que parece que uno se las está inventando. Pero esta… esta fue real. Cuando recibí el correo de la universidad, me quedé mirándolo durante minutos, sin moverme.“Hemos decidido no solo mantener su beca, sino extenderla hasta el final de la carrera.”La frase estaba ahí, negra sobre blanco. Irrefutable.—Diego —llamé sin pensar, como si decir su nombre fuera mi primer instinto de supervivencia—. Vení. Rápido.Él apareció desde el pasillo, con una toalla en la cabeza, recién salido de la ducha. Su expresión pasó del desconcierto a la ansiedad, y luego al alivio cuando leyó el mensaje.—¡Ganaste! —exclamó, alzándome en brazos.—Ganamos —lo corregí entre risas.Lo abracé como si ese abrazo fuera lo único capaz de anclarme a la realidad. Porque sí, había ganado. Habíamos ganado. Pero dentro de mí, una parte seguía en guardia. ¿Qué seguía ahora?La noticia corrió como pólvora. Algunos profesores me
POV de DiegoMis manos estaban temblando ligeramente mientras ajustaba el volante del coche, conduciendo a través de las calles vacías en dirección a la casa. La noche estaba oscura, solo iluminada por las luces tenues que salían de los postes en la carretera. Lo único que podía pensar era en Adriana. No podía sacarla de mi mente, no importaba cuánto intentara.Sabía que algo había cambiado entre nosotros. Algo que no podía dejar de sentir, una tensión en el aire que nunca había estado allí antes. Pero al mismo tiempo, esa misma tensión me asfixiaba. ¿Qué significaba todo esto?Mis pensamientos eran un caos, y cuando llegué frente a su casa, no pude evitar detenerme por un momento. Podía sentir mi corazón acelerado, palpitando contra mi pecho, mientras miraba la ventana de su habitación. ¿Estaría ella ahí, esperando? ¿O estaba fuera, con alguien más?Me bajé del coche con prisa, sin darle tiempo a mis pensamientos para seguir controlando mi mente. No podía perder más tiempo. Adriana te
POV de DiegoMe acerqué a Adriana, mirándola sin ninguna pizca de compasión. Sus manos temblaban en su regazo, y sabía que estaba intentando contener sollozos más fuertes. Pero las lágrimas seguían cayendo, una por una, humedeciendo sus mejillas ya enrojecidas.“¿Sabes por qué estoy tan enojado?” le pregunté con un tono más bajo pero igual de cortante. “Porque creí que eras lo suficientemente inteligente como para no caer en una trampa tan estúpida como esta. Pero estaba equivocado.”Adriana seguía sin mirarme, solo bajando la cabeza como una niña recién regañada por sus padres. Pero no tenía tiempo para este tipo de dramas.“¿De verdad crees que él quería ayudarte? Peter no es solo mi rival en los negocios; es alguien que nos destruirá sin pensarlo dos veces. ¡Y le diste todo lo que necesitaba con tus acciones tontas y ingenuas!” gruñí, intentando resistir la urgencia de golpear algo.“Diego...” su voz era casi un susurro. “De verdad no quería empeorar las cosas. Solo... solo quería
POV de AdrianaEstaba de pie en el centro de mi pequeño apartamento, sujetando mi teléfono con fuerza mientras las palabras de Diego resonaban en mis oídos. Su voz había sido tranquila, casi demasiado tranquila, pero yo sabía mejor. Bajo esa fachada de control se estaba gestando una tormenta, una que inevitablemente me atraparía. Diego no era un hombre que hacía llamadas casuales; él operaba con precisión, cada palabra un movimiento calculado.No tenía el lujo de ignorarlo. Las facturas de medicamentos de mi madre se acumulaban, y mi hermano necesitaba útiles escolares nuevos. El dinero de Diego no era solo una conveniencia, era sobrevivencia.Deslicé mi teléfono en mi bolso, tomé mi abrigo y salí por la puerta. El camino hacia la estación de tren más cercana fue rápido, el viento frío mordiendo mi rostro. Me ajusté la bufanda alrededor del cuello, tratando de sacudirme la inquietud que se enroscaba en mi estómago. Diego nunca me llamaba a su oficina sin una razón, y su comportamiento