POV de Adriana
Me desperté con el corazón latiendo rápido, como si algo estuviera por desmoronarse. Las palabras de Diego seguían repitiéndose en mi mente como un eco incontrolable: "No se trata solo de ti, se trata de mí también, de lo que soy capaz de hacer por ti."
No pude dormir bien esa noche. Estuve dando vueltas en la cama, pensando en su voz, en su rostro, en cómo sus ojos me miraban con una mezcla de amor y desesperación. Sabía que él tenía razón. Lo sabía desde hace días, pero aceptar lo que sentía implicaba traicionar todo lo que me habían enseñado.
—Adriana, ¿vas a bajar a desayunar? —preguntó mi madre, golpeando suavemente la puerta.
—Ahora bajo, mamá —respondí, forzando la voz para sonar normal. En realidad, no tenía apetito.
Me levanté y me miré al espejo. Tenía los ojos hinchados y la piel pálida. Me sentía como un fantasma habitando un cuerpo que ya no sabía a dónde pertenecía. Me puse una chaqueta sobre la camiseta y recogí el cabello en una coleta desordenada.
Cuando