POV de DIEGO
Desde que Adriana había entrado en mi vida, todo parecía un torbellino. No era solo su belleza lo que me atraía, sino la intensidad con la que vivía, la forma en que cada palabra que pronunciaba parecía destilar verdades que no me atrevía a enfrentar. Ella me estaba cambiando, y lo peor de todo era que no sabía si estaba dispuesto a ceder el control. No sabía si la quería o si estaba perdiendo mi capacidad de pensar racionalmente.
Pero no podía negarlo: me estaba volviendo loco.
Ayer, en esa conversación, había quedado claro que Adriana estaba luchando con lo mismo que yo: la necesidad de seguir sus propios deseos frente a las expectativas de su familia. Había momentos en los que la veía, y la veía claramente, como si pudiera leer todos sus pensamientos, pero a la vez, sentía que había una barrera invisible entre nosotros. Algo me decía que ella no era tan libre como parecía, y no solo porque la observaba a través de los ojos del amor. Había algo más, algo más profundo.
El