POV de Diego
El estridente timbre de mi teléfono rompió el silencio de la habitación y el torbellino de mis pensamientos.
Un número desconocido apareció en la pantalla. ¿Quién podría ser?
Dudé en contestar, reacio a enfrentar más problemas esta noche. Pero este insistente llamador ya había perturbado mi paz demasiadas veces.
—¿Hola? ¿Quién es? —pregunté, cortante.
—¡Nancy! Solo quería recordarte que a partir de mañana, una de las sucursales se transferirá oficialmente a Robert.
La ira me invadió al instante. Nancy, mi madrastra, y Robert, su precioso hijo.
¿Qué derecho tenía ella para entregar una de las sucursales de nuestra empresa a su hijo?
—¡Nancy! He sido más que paciente contigo, respetándote como mi madrastra. Pero si sigues—
—¿Seguir qué? ¿Haciendo que te hierva la sangre? Adelante, Diego, enfádate. Pero guárdatelo para tu abuela; fue ella quien decidió entregar la sucursal a Robert. Eso es todo. No tengo interés en discutir esto más.
Y con eso, la llamada