POV de Adriana
Nunca pensé que volver a ese lugar me haría temblar las manos. Pero ahí estaba, con el corazón retumbando en mi pecho, observando desde la distancia la entrada de la casa donde todo comenzó... y donde también todo se desmoronó.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Lucía, mi mejor amiga, desde el asiento del conductor.
—No —respondí sin titubear—. Pero tengo que hacerlo.
Salí del auto antes de que mi cobardía me ganara. El viento frío de la tarde acarició mi cara, y cada paso que daba hacia la puerta de madera me parecía más pesado que el anterior. Tenía mil razones para odiarlo, para querer borrar su existencia de mi memoria, pero también... tenía una razón para enfrentar esto.
Toqué la puerta una vez. Luego dos. Nada.
Pensé en marcharme, pero entonces escuché pasos del otro lado. Se abrió la puerta, y ahí estaba él.
Diego.
Sus ojos me buscaron apenas me vio, como si no supiera si era real o un fantasma. El mismo cabello despeinado, la misma mirada intensa. Pero algo en él