Cuando Joseph abrió medio ojo cerca de las cuatro de la tarde del día siguiente, le dolía todo, pero no tuvo tiempo de quejarse, porque Alfa ya estaba sentada frente a él, esta vez con una manopla se acero en cada mano.
-Bien, mi querido amigo, ayer me diste información incompleta sobre Darcy Pines.
-No sé nada más… - un golpe certero en la mandíbula lo hace gemir de dolor y la mira con odio -. Está en una fábrica abandonada.
-¿Por qué allí?
-Porque es uno de mis escondites, allí estaba reuniendo armamento para mis muchachos… - sí, era mejor cantar antes que lo obligara con otro golpe de aquellos. Esa condenada mujer pegaba realmente duro -. Le dije que nadie iba allí, excepto yo de vez en cuando.
-Perfecto, me vas a decir exactamente dónde, porque me temo que voy a tener que ir a arreglar tu desastre.