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Capítulo trece 

Siempre he pensado que mis acciones ayudando a la gente son buenas, pero no sé que hice yo para que Dios me castigara de esta forma. 

Tengo cuarenta y cinco minutos aquí en este carro que por cierto habla solo lo típico según él y también llevo ese mismo tiempo escuchando la misma musica. Este hombre no se cansará de escuchar la cancioncita esa de madagascar. 

¿A que le recordará? 

Suspiro—No te cansas de escuchar lo mismo —esto algo impresionante. 

—No, me gusta —y sigue cantando con su voz supuestamente sacada de ángeles, pero está más desafinado que un gallo nuevo tratando de cantar por las mañanas. 

—¿Cuando llegaremos? ¡Tengo hambre! —digo mirando por la ventana, viendo como la

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