Cuando llegaron a la cabaña, Emma se mantuvo en silencio casi el resto del día.
Su hermano se veía muy feliz, había encontrado el hacha de cortar la leña y se había dedicado a despedazar la carne a hachazos. Exhibía su nueva fuerza y en cada tajo que conseguía a la primera, observaba fascinado sus bíceps.
—¿Ves Emma? Te dije, así iba a ser más fácil —lo escuchó mascullar mientras continuaba con corte tras corte—. Me muero de hambre.
—Me alegro por ti —murmuró para sí misma, a Emma se le había quitado el hambre solo de ver la exhibición de fuerza y sangre.
Ethan no la miró, pero ella, mientras preparaba el fuego para ayudarlo a preparar la comida, no dejó de observarlo en silencio. No hablaron ni siquiera cuando terminaron de prepararlo todo y decidieron sentarse a comer. Mientras ella intentaba tragar el primer bocado, él había vaciado su plato y regresaba a por más.
—Creo que tenemos que hablar —logró pronunciar, pero su hermano continuó concentrado en comer—. Te estoy hablando, Etha