Por otra parte en la habitación de Marco, desprendía tranquilidad en toda su plenitud. Sumido en el sueño pacífico, descansaba relajadamente mientras la frescura de las sabanas acariciaba la piel desnuda del mayor, quien sin prenda de vestir y solo con un bóxer, dormía encantado bajo el manto nocturno de la luz lunar.
El silencio era hermoso y el ambiente relajante, hasta que el sonido de la puerta cerrándose, arrebato a Marco del sueño ligero que contenía.
–Marco... Marco... –un versátil tacto sobre el hombro, lo alerto de compañía inesperada.
–Señorita Mariana... –cubrió el pecho rápidamente con el manto– ¿Qué hace aquí? Debería estar durmiendo.
–He tenido una pesadilla. ¿Puedo quedarme contigo?
–Está demasiado crecida para pedir eso. No puede quedarse aquí –lo miro tiernamente, suplicando por la petición, a lo que Marco no pude evitar admirar con ternura.
–Deja que me quede, por favor –con voz infantil y mirada angelical, Marco estuvo a punto de desordenársele la conciencia
Por un m