Desde los confines de su inmensidad una voz ronca e inusual con una pizca un tanto animal se hace escuchar.
—¡Bienvenida!
Su saludo me hizo sentir curiosa aquella voz era singularmente familiar para mi, su tono sereno, calmado y apacible sin dudas era conocido ya por mi.
—Mamá.
Aquellas palabras fueron las primeras en abandonar mis labios llenas de entera esperanza de quizás y digo quizás poder nuevamente llegar a verle. Una risa