Rocardo Punto de Vista
Una mano me acarició el hombro.
—Ya has tenido suficiente, Ricardo, ¿no crees? —dijo Noé.
Mis ojos se estrecharon mirando Melissa.
—Ya he tenido suficiente.
Andi y Ambar también aparecieron.
—Vamos, cariño, vayamos a casa —dijo Ambar. No me miró, pero Andi me puso su expresión de: «estás siendo un idiota».
Enfadado con todas ellas, aparté la mano de Noé de mi hombro y salí del club. Decidí dirigirme a mi loft. Los dos chupitos que me había bebido, junto con los otros dos vasos de alcohol, no sirvieron de mucho para frenar mi ira y mi frustración.
—Hola, Ricardo —me llamó la voz de Noé desde detrás de mí. No me detuve a mirar, pero pude oír sus pisadas mientras se acercaba trotando. Al final, llegó a mi lado.
—No estoy de humor, Noé.
—No me digas, Sherlock.
Una parte de mí pensaba que él y Andi serían perfectos juntos, porque ambos tenían bocas inteligentes, aunque en esta ocasión se mantuvo callado y se limitó a caminar a mi lado hasta que llegamos a mi loft. En