Zabdiel. . .
Mis ojos se abren enormes cuando Isabella se desvanece entre mis brazos.
-¡Ayúdame Zahir!- es lo primero que grito. Mi hermano obedece y está junto a mí en un instante. Me siento sobre la arena, y la acuno en mi regazo.
-Debe tener una insolación, además debe estar deshidratada. Es necesario resguardarla, ya comienza a caer la noche.
-Si- le respondo con un sabor agridulce en la boca. Al fin encontré a mi amada, pero no sé cuál sea su verdadero estado de salud. El Príncipe da la órden y todos se preparan para cabalgar en busca de un refugio. Subo al caballo y Zahir, me ayuda a colocar a Isabella, frente a mí, cabalgo despacio mientras mantengo su delicado cuerpo inerte, recargado en el mío.
Después de unos diez minutos, llegamos a un lugar con algunas formaciones rocosas no muy altas, nos cubrimos del viento con ella, eso servirá para la noche. Doy