Cecilia fue a despedirse del señor Gómez, el hombre de mediana edad que hace un momento la había tratado mal intencionadamente ahora tenía una sonrisa amable y una actitud cálida, —señorita Sánchez, ya son las cuatro y media, ya le he pedido a mi secretaria que prepare una comida, es el momento adecuado para hablar de cooperación.
El señor Gómez lo había dicho, y Cecilia no podía negarse.
—Entonces, cuando salga el señor Lis, iremos juntos.
...
El señor Gómez había reservado la comida china, no muy lejos del estadio, a un chef privado que normalmente exigía reserva.
Cecilia y su grupo caminaron al final de la fila, y para cuando entraron al salón privado, solo quedaban tres asientos del lado de Flavio.
Criz se dirigió al lado de Flavio dispuesto a sentarse, originalmente mirando el teléfono móvil en el hombre levantó lentamente la cabeza, la comisura de sus labios sostenía una fría sonrisa: —señor Núñez, has venido como acompañante, ¿verdad? ¿Es apropiada que te sientes aquí?
Aunque es