Un momento después, el murmullo de fuera cesó y Cecilia se quedó perpleja.
Al salir, solo vio a Bosco frente al lavabo fumando y preguntó: —¿por qué estás aquí?
El rostro del hombre era frío, sus ojos se posaron en su cuerpo, mostró la burla y el sarcasmo: —¿decepcionada de verme? Entonces, ¿quién esperabas que viniera?
Cecilia puso los ojos en blanco: —este es el servicio de mujeres, ¿quién van a venir? ¿Estás loca?
Se acercó a lavarse las manos, con la cara aún blanca, a pesar de que su humor se había calmado un poco.
Bosco, sin embargo, le apretó bruscamente la mandíbula y le giró la cara con fuerza: —es solamente un reloj, ¿estás nerviosa?
Una sola frase demostraba que todo había sido hecho a propósito por su parte.
Cecilia le miró fijamente: —¿lo has hecho a propósito?
Bosco parecía sonreír: —es solo un reloj ordinario, si no le has dado ningún significado inolvidable y especial, entonces, es un objeto. En vez de preguntarme si he hecho intencionado, ¿por qué no te preguntas