—Layla...—susurra Henry.
—Bienvenida.—oyó la voz firme de su padre, el hombre se acercó a la mujer con total confianza.
—Tanto tiempo sin verlo, señor Harper. —Henry sintió un escalofrío al oír su voz, era como la recordaba pero algo diferente a su vez.
Henry no pudo evitar quedarse parado en su sitio, anonadado y perdido, con la mirada recorrió cada centímetro de aquella figura, su pecho se sintió extrañamente cálido al recordar el pasado junto a ella, los buenos momentos que no llegamos a contar, las veces que tomó su mano para caminar con confianza bajo los árboles de Cerezo que con sus hojas caídas adornaban las calles, las veces que tuvo que peinar y secar el cabello rubio por las noches luego de jugar con harina como niños pequeños, recordó como Layla se acurrucaba en sus brazos las noches de tormenta y como con suaves caricias en su espalda lograba calmar su miedo, le sorprendía de sobremanera la confianza que se había generado entre ellos con el pasar del tiempo, pero nada