Disorder
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Por: Nath
Capítulo Dos

DEREK

Malditos ricos.

Literalmente también lo soy gracias a mi padre y la eterna herencia que me espera. Pero una cosa es tener, y otra, creer que eres el jodido dinero. Eso es lo que los idiotas de aquí parece que se metieron en la cabeza.

Apenas bajé del auto, recibí muchas miradas de desagrado. Yo uso la maldita ropa que quiera, nadie puede impedírmelo. Pero aún así, me causa gracia que todos tengan miradas y gestos superiores, tan solo por que estudian en un instituto privado, llevan la última moda, o por que la mayoría de los padres de seguro, están tomando té, mientras juegan un maldito partido de gol.

El lugar era enorme por fuera, casi igual que el internado, las paredes de un color rojizo, tres pisos, con jardines impecables, y algunas estatuas.

Mantuve mi frente en alto y metí mis manos en los bolsillos de mis jeans desgastados, fijando la vista al frente. Caminé por los pasillos repletos hasta que sonó una campana indicando que era hora de entrar a clases. Fui hacía una oficina, pregunté cuál era mi horario, me lo dieron y además me explicaron a dónde debía entrar.

Pronto encontré el salón, ya todos estaban allí, no había ni un alma por los pasillos, idiotas muy adiestrados. Reí. En el internado nadie hacía lo que pedían, y no nos obligaban, después de todo sabían que no podían hacerlo, o colapsaríamos al sentirnos atados. Tragué saliva, esperaba que no me ganara la ansiedad, al menos no al primer día, no quería que se diesen cuenta de mi... Problema.

Estaba la puerta abierta, así que entré, no miré a mí al rededor, pero sabía que todos me veían, podía sentir las miradas quemando.

—Buenos días, joven— dijo la profesora acomodando sus lentes.

—Buenos— respondí.

—Puede tomar asiento— sonrió. Asentí y obligadamente miré hacia los demás buscando espacio entre los asientos. No me dediqué a detallar rostros, sino que al final había una mesa para dos, al igual que las otras, pero sola.

Caminé hasta allá y me senté, colocando mi bolso sobre mis piernas.

—¡Linda!— gritó una voz masculina entrando al salón, miré al responsable, un pelinegro, alto, ojos verdes, quien sonreía extensamente hacía la profesora.

—Nuevamente tarde, joven James— respondió la profesora con el ceño fruncido. Pude notar que no era su favorito.

El tipo tenía la camiseta un poco arrugada en la parte del cuello, el cabello desordenado y llevaba un collar de chupetones muy llamativos.

—Linda, Lonan— corrigió —no me gusta mi apellido— dijo reído, ella me señaló y él asintió respondiendo saludos hasta llegar a mi, se sentó a mi lado mirándome con una extensa sonrisa. Fruncí el ceño, era la primera persona que me sonreía desde que llegué —Hola, viejo.

Levanté el rostro en modo de saludo, el tiró su bolso a un lado de él despreocupado y se acomodó en la silla como si fuese su cama.

—¿Cómo te llamas?— preguntó mirándome de reojo.

—Derek— respondí.

—Soy Lonan, pero puedes llamarme, perfección en persona— fruncí aún más el entrecejo y solté una risa —Una pregunta— le miré atento —¿Mi cabello se ve bien?

—Eh... — podía haber estallado a carcajadas en cualquier momento —Si... supongo— me encogí de hombros.

—No, eso no es suficiente— miró a su derecha y le pidió sigilosamente a una chica un cepillo para el cabello. Reí.

La clase empezó y saqué mis audífonos subiendo el volumen al máximo. Había pasado una hora y mis piernas empezaban a temblar.

Una hora exacta en la que me dediqué a mirar fijamente a la profesora, y al reloj sobre ella. Mis manos siguieron el temblor y las apreté fuerte, bajé el rostro respirando hondo por primera vez, ya que me sentí obligado a distraerme. Miré a mí al rededor viendo espaldas y algunos despreocupados como Lonan a mi lado, quien masticaba chicle como si fuese una vaca y pasto.

Fijé la vista en la columna a mi lado, y me topé con la mirada café intensa de una chica, al ver que le miré, giró el rostro exageradamente hacía al frente y pasó un mechón de su cabello corto y marrón tras su oreja. Pareció haberse puesto más pálida de lo que ya era.

—Loca— susurré.

La mano de Lonan tomó mi hombro, me saqué el audífono y le miré escuchando.

—Vas a estar en la bienvenida, ¿no?— preguntó, me encogí de hombros, no sabía a qué se refería —Al terminar, por la noche, haré una fiesta en mi casa, por si quieres venir. Vivo justo al lado del estadio de béisbol más cercano.

—No soy de ir a fiestas— respondí cortante.

—Vamos, viejo. Habrán nenas— rió.

—Me lo pensaré— solté, pero no lo haría, no iría.

—Bien— la campaña sonó y él salió prácticamente corriendo del salón, colgué mi bolso en mi hombro y sin mirar a nadie hice lo mismo.

Supe lo que era "la bienvenida" al ver cómo todos se agruparon como hormigas en el campo de fútbol. Tenía que fumar un cigarrillo, así que espere que todo el campo se llenara y no hubiesen muros en la costa, fumé uno en el baño. Al terminar, quería ver cómo sería todo, así que entré al campo el cual se veía enorme, con cuatro gradas al rededor, césped de un color verde llamativo, todo se veía perfectamente cuidado.

Un grupo de porristas con minifaldas hacían una coreografía, sus uniformes color vino, habían chicas que saltaban en el aire y otras parecían a punto de romperse una costilla de lo fuerte que se estiraban para realizar piruetas.

Me apoyé en el soporte de las gradas mirando el espectáculo. Mismo que terminó cuando una de ellas soltó un grito al tropezarse contra otra y arruinar todo. Literalmente. La música se detuvo, y todo el campo quedó en silencio presenciando la escena.

—¡Maldita, Violet!— gritó una pelinegra con los puños apretados, sobando su columna en el suelo, junto a una chica a su lado.

—¡No me hables así, perra desubicada!— gritó una rubia, Violet al parecer, quien seguidamente apoyó sus manos en sus caderas mirándola con furia. Pero era como ver a barbie enojada, reí.

Dos personas corrieron hacía la pelinegra chequeándola, mientras la rubia salió del campo con las mejillas rojas de la rabia. Las demás porristas se miraban entre sí, sin saber que hacer.

—Patético— resoplé. Al final terminaron saliendo todas del campo y el equipo de fútbol americano entró, todos los que vestían de rojo fueron recibidos con gritos y aplausos, como si no hubiese pasado nada.

Seguidamente entró otro equipo, y minutos después los cuales no me sentí tan desesperado, gracias a la bulla en cantidad, empezó el partido.

Noté a Lonan haciendo parte del equipo, golpeaba cuerpos y los mandaba al suelo como si fuesen simples bolsas de harina, pero al caer, caían como papas. Terminó lanzándole el balón al capitán, quien anotó y una oleada de victoria se formó en el lugar.

Pensé que sería más emocionante, pero terminó. Todo terminó en montones de confeti y gente alocada. No entendía la pasión por ver un grupo de tontos golpeándose entre sí por un balón. En fin, no soy nadie para juzgar.

Abandoné el instituto, gracias a que por el fin partido, todos se marcharon. Peter estaba esperándome. No volvería a venir con él, me sentía un idiota. Entré al auto y le subí volumen a la playlist de rock, mientras veía por la ventana. De seguro saldría por la noche, no a la jodida fiesta, pero saldría, necesitaba soltar mis ansias.

AMELIA

—Habla— solté mientras veía a Jordan con el ceño fruncido.

Estábamos en los vestidores de hombres. Sentía que mi piel hervía, nunca había cometido una falta, y si nos descubrían, ya sea por que nos viesen, o por alguno de los hombres que Jordan mandó a que se marcharan abriera la boca, esto sería mi boleto seguro a detención. Veía sus labios temblar, él sujetaba su cuello con nerviosismo.

Tenía miedo, lo que sea que dijese no sería nada bueno.

—Esto es simple— soltó su cuello y se puso recto —Vuelve conmigo, y nadie se entera lo de tu hermana.

Abrí los labios asombrada, miré a mí al rededor comprobando que no estuviese nadie y sin dudarlo le di una bofetada, el sonido de mi mano impactando en su mejilla hizo eco.

—¿¡Cómo puedes pensar en chantajearme!?— grité, sentí que algo dolió dentro de mí, él bajó el rostro —¿Porqué?— apreté mis cabellos.

A pesar de que no hubo amor verdadero, ni pasión, ni nada más. Pensaba que era mi amigo, creí que estaba para mi, que podía confiar en él. Incluso después de cómo me trató la última vez.

—Por qué yo... — pareció buscar palabras —Escucha. Mi padre se ha puesto más difícil ahora que sabe que no estamos juntos, y... Necesito que vuelvas conmigo, será una enorme cargar menos— fruncí el ceño ofendida.

—Me pides que vuelva contigo para aliviar tu carga, me chantajeas con algo tan delicado para lograrlo— negué —No lo esperaba... Quizá— me retracté —Pero ahora quieres que vuelva, quieres que esté, para que tú relación con tu padre esté mejor. Increíble de tu parte, Jordan Wallet.

—Lo que dije antes de dejarte fue cierto, nunca me gustaste— un sentimiento horrible se formó en mi pecho —Nunca te quise, por eso no te toqué, y si, todo lo hice por mi padre, él quería que tuviese una novia como tú, y lo logré. Ahora, que ya no estás todo es más difícil— tomó aire —Así que decide, ¿Estás conmigo o haces sufrir de por vida a tu hermana? Créeme, aquí todos se van a enterar y será peor para ella. Sufrirá aún más ser excluida de lo que ya es.

Mordí mis labios conteniendo un grito de furia, esto no podía ser cierto, no podía estar pasando.

—¿Cómo puedes hacerme eso?— sentí lágrimas de rabia en mis ojos.

—¿Lo harás?— insistió —Será hasta que termine el año. Unos cuantos meses y ya...

Negué seguidas veces y me di la vuelta.

—Te veo en la fiesta de Lonan— dijo.

—Eres despreciable— murmuré, y salí del lugar.

Salí del instituto con lágrimas en mis ojos, él me estaba chantajeando de esta forma. Había revelado su verdadera cara. Así que ahora tenía que actuar, tenía que buscar algo en su contra, algo que nadie supiera de él, y así, poder lograr que me dejase de molestar. La cuestión es que en dos años nunca me hablo mucho de sí, así que tendría que hablar con Violet, no le diría lo que me dijo, pero trataría de buscar información.

Subí al auto y arranqué apretando fuerte el volante, sentía todo mi interior arder.

Mordí con fuerza mis labios mientras conducía, lo hice tanto que pude sentir el sabor metálico de la sangre, así que los solté sintiendo un pequeño ardor.

—Auch— solté.

Pasaron minutos incontables, llegué a casa y estacioné el auto en el garaje. Tomé aire y fuerzas antes de entrar a casa, relamí mis labios caminando hasta la puerta, inserté la llave y seguidamente entré.

Mamá no estaba, se iba en las tardes a la iglesia, y papá de seguro atendía a algún paciente en su oficina, misma que estaba en casa.

Subí las escaleras y me detuve delante de la habitación de Alisson, la puerta estaba entreabierta. Levanté la mano para tocar, pero escuché sollozos. Miré por la abertura, ella estaba en su cama, con la vista fija en una foto.

Esta sería la primera vez que entraría a su habitación, literalmente. Cabe recalcar la poca comunicación que tenemos. Aún así, podía ver su gran sufrimiento, vi cómo cerró sus ojos llenos de lágrimas y llevó la foto a su pecho.

—Lonan— susurró, fruncí el ceño —Si fuese delgada, tal vez me vieras— rompió en llanto, di un paso atrás. ¿Lonan? ¿El Lonan que conocía?

Tragué saliva, ella se veía realmente destrozada. Apreté mis manos y sin pensarlo abrí la puerta, me miró apartando la foto en un movimiento rápido y escondiéndola bajo una almohada. Pero fue en vano, fije mi vista en su pared a la derecha, habían más de diez fotos de Lonan James, fijadas, y otras decoraciones en forma de corazón, ella estaba obsesionada y enamorada de él, del rey de los mujeriegos. Miré al suelo sintiendo arrepentimiento al ver su mirada.

—¡Lárgate!— gritó levantándose de la cama hasta mi. Me exalté al ella tomarme por lo hombros con fuerza y literalmente empujarme al pasillo.

—Oye, no...

—¡No vuelvas a intentar entrar aquí!— gritó entre lágrimas y cerró la puerta en mi cara.

Me mantuve varios segundos ahí, sin saber que hacer. Me sentía en un agujero sin salida, mi intención había sido ayudarle, y la había destrozado aún más.

Caminé hasta mi habitación a paso lento y me recosté en mi cama tratando con todas mis fuerzas no llorar de frustración, nunca me había sentido tan mal. Un mensaje hizo vibrar mi teléfono y le miré.

"Violet:

Te veo esta noche en la fiesta, la perra de Victoria me las va a pagar"

Genial. Todo si podía empeorar por lo visto.

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