—Esos malditos bastardos… desde el principio ellos estaban conspirando en contra nuestra —pensó Edward furioso.
—Sera mejor que nos quedemos aquí un rato —dijo Anna.
—Si… esperemos a que se vayan.
—No debería tardar mucho.
—Respóndeme algo, ¿Puedes?
— ¿Qué cosa?
— ¿Todos los hombres de este pueblo son todos como ellos?
— ¿Ellos?