— Perdón, creo que dormí más de la cuenta.
— No te preocupes, fui yo quien llegó demasiado temprano — se disculpó.
— Para nada, ¡ven! — lo jaló del brazo. — Pasa y ponte cómodo, voy a traerte algo de beber.
Mientras Sofía iba a la cocina, Mateo no pudo evitar fijarse en su cuerpo. A diferencia de otros días, cuando la veía con abrigo y ropa holgada, Sofía solo llevaba una blusita de tirantes y un short de algodón. Esto le hizo notar que su figura estaba más robusta de lo que recordaba cuando aún vivía en México.
Estados Unidos le estaba sentando muy bien, pensó.
— Aquí tienes — le trajo un vaso de jugo a Mateo. — Un juguito de naranja recién exprimido.
— Gracias, pero no te hubieras molestado.
— No es molestia — se excusó. — Voy al cuarto a cambiarme y traer mi celular. Ya vuelvo.
— Puedes quedarte así, no me molesta.
Sonrió, mostrando que estaba a gusto con la ropa que ella llevaba.
— No empieces, doctor Mateo — dijo, saliendo de su vista.
Después de unos minutos, regresó. Esta vez ve