—¡Eres realmente un pervertido!
Carmen, viendo las acciones del hombre, sintió un fuerte escalofrío en la superficie de su piel. Ese pervertido ¡incluso estaba oliendo sus medias!
—¡Déjame ir!
Comenzó a luchar violentamente. Quería salir de allí, alejarse de ese lugar maldito.
—Secretaria González,