Julio apagó el cigarrillo en su mano.
Pensó que, después de que Silvia saliera, lloraría y le gritaría, o tal vez, como antes, le daría una merecida cachetada. Pero no pasó nada de eso, ella estaba en ese momento muy tranquila.
—Voy a dar un paseo.
Silvia tenía la voz ronca, y después de decir eso,