La calidez que me envuelve es tan agradable que desearía no apartarme de ella. Abro los ojos y me siento intentando ubicarme.
-¡Por fin despierta!
Exclama un niño pelirrojo, no debe tener más de 12 años.
-¿En dónde estoy?- no reconozco mi voz ronca.
-En Stiklestad. Has dormido por cuatro días. Pensé que no sobrevivirías, tu herida era muy profunda. Yo te curé, o al menos lo intenté.
-Debo irme. ¿Dónde están mis ropas?
-Apareció fuera de mi choza desnuda, no llevaba nada con usted.- contesta el niño con un sonrojo en su rostro.
Lo miro intentado recordar cómo fue que llegué a este sitio. Una bruma de dolor me invade momentáneamente.
-Debe descansar.- sus manos son cálidas mientras me recuesta de nuevo a lo que apenas identifico como una piel de animal.