9

Porque somos los dueños de nuestro propio destino,

somos los capitanes de nuestras almas.

No hay forma de que nos separemos,

porque chico, somos de oro...

—Lana del Rey, Lust for life.

K E E G A N

—Que buen actor eres hijo. Vamos a terminar con la última Rosemonde... Nuestros enemigos por ley, los asesinos de tu madre, de la mujer de tu tío Rob, esos traidores que hicieron que los hermanos Ross nos separamos. Casi me trago tu enfado—declaró con sorna mi tío al quedarnos solos—La venganza ha llegado...Hijo... ¿Estás dispuesto a destruirla?

—La destruiré. No te preocupes, tío. Y lo haré yo a mi manera—afirmo sin ninguna expresión en mi rostro. Aunque no le hiciera nada, el daño ya estaba hecho. Lo hice hace doce años atrás.

—No te ablandes, Keegan—afirmó la rata de mi tío Diego cabizbaja temiendo que por algún instante me llevara a su pequeña obsesión lejos de sus manos.

—No me ablando, simplemente me da asco pensar eso de un hombre, tener que forzar una mujer debe ser realmente asqueroso—no puedo evitar recordar a Jessica, ella era tan inocente y ellos se habían aprovechado de ella. Siento mi pulso arder con el simple recuerdo de que Alec había abusado de ella.

—Cuida tus palabras, Kee.

—Lo hago. ¿A caso quieres que te de otra paliza, tío? No olvides que soy malo, y los malos somos así, no tenemos aliados, ni mariconadas de esas, la vida ya me ha dado mi papel, no quiero que él tuyo sea el de un degenerado...¿No es eso lo qué me habéis enseñado a golpes?—termino con una sonrisa torcida, más bien era una mueca llena de amargura.

—¿Qué?—en sus ojos por primera vez, veía horror, como si no pudiese creer lo que estaba sucediendo.

—Di adiós —sin ningún preámbulo más decidí apretar el gatillo, no solo lo hacía por Aliyah, sino por mi. Era un jodido monstruo sin escrúpulos. Así era Diego y ahora estaba muerto bajo mis pies por mi culpa. 

Este soy yo. Keegan Ross, el hijo bastardo, el diablo en persona. Aunque me olvide, la vida siempre me obliga a volver a mi lugar, mi vida era así, yo era así, y no pensaba cambiar. Como bien le dije a Aliyah ya, no todos somos tan fuertes.

(***)

—Hijo—me llamó ella entrando con una sonrisa.

—Nana—le respondí serio. Había entrado en medio de mi despacho cuando ni siquiera la había llamado, esa mujer y sus atrevimientos. 

Entonces, aprecio como su expresión cambia a uno mucho más seria, me miraba de forma acusadora.

Tomo aire intentando serenarme, me había encerrado en la soledad de mi despacho, porque era la única garantía de que Aliyah estuviese bien. Entregándome preso a mis demonios, así lo había decidido por el bien de todos. Después de traerla a la mansión, la deje ir. Alejados, así todo pasaría mejor.

  —¿Qué te pasa? ¿Por qué has dejado sola a Aliyah en la casa? ¿A caso no conoces al grupito de víboras?—pregunta ella con rabia.

  —Y tú no sabes llamar a la puerta por lo que veo—señalo de mala manera—He venido aquí para relajarme. No para que me venga la criada con sus tonterías de vieja chocha—mi voz suena más letal de lo que pensaba.

—¿Estás borracho?—preguntó escandalizada.

—Nooo...—mentí.

—Keegan...¿Qué te han hecho?— sollozó acercándose a mi.

  —Nana, déjame en paz—hablo sin siquiera mirarla, no me atrevería. Me sentiría mucho más miserable de lo que soy.

—Porque no dejas de beber y te centras en lo que siempre te has centrado.

  —¿Y eso es?—pregunté con diversión.

—Ayudar a los tuyos, a tu gente, ganar terreno como don de la mafia que eres, montar negocios tapaderas legales para sacar mujeres solteras del mundo de la prostitución y lo ilegal y a los sin papeles. Ese es el hombre que he criado. No un borracho maleducado que esconde su dolor en hacer sentir mal a los demás —habla ella con tristeza mientras rodea mi cara con sus manos.

— ¿Olvidas quién soy? Soy Keegan Ross...El amor te hace débil. Y a mi me gusta ser fuerte. Así que como una buena criada, obedece mis ordenes y márchate —respondo duro, mientras tiro un vaso de whisky al suelo.

Ella se lleva las manos a la cara para limpiarse las lagrimas, está asustada.

Bien, lo he a conseguido. Vuelvo a ser lo que quiero ser, un monstruo.

  —Keegan, no dejes que te consuman. No solo eres tu apellido. No lo olvides.

—Cállate zorra, crees que no sé que mi padre se ha acostado contigo, y que antes trabajabas de p**a, me das pena. Mi madre... Mi madre era mejor que todas vosotras pero ya no está. Estoy solo—empiezo a reírme a carcajadas sin importarme su cara de horror, cojo otro vaso para tirarlo al suelo también. Después agarro una botella de ron, le quito el tapón, y me la bebo sin ningún miramiento.

Las cosas eran así. Había matado a mi tío. Estaba casado, de nuevo, y con Aliyah Rosemonde, mi peor enemiga y mi peor recuerdo. Esto último fue obra de la m*****a criada, ¿Cómo demonios sabía que la iba a encontrar?

No sé que demonios estoy haciendo ni que camino debo tomar. Simplemente era como si estuviese a punto de estrellarme, contra el pasado, y lo único de lo que soy capaz de hacer es pisar el acelerador.

Y por fin, mi nana se va, ardía como el infierno por dentro verla lastimada. Aun así lo tenía claro...Un hombre siempre debe tener claro para que ha sido creado, porque cuando se le olvida puede salir muy mal parado. Y yo he nacido para ganar. 

A L I Y A H

Desde que hemos vuelto, Keegan está más raro, está más distinto, supongo que descubrir que mi Diego era su Diego era chocante incluso para él, siendo su sobrino. Aún así en lugar de echármelo en cara, o burlarse de mi como hacía siempre, tiene la mirada apagada y evitaba el mínimo contacto conmigo. Ya no había chispa. Ya no había diversión. Ya no había nada del Keegan del cual me he llegado a sentir tan atraída. Algo me decía que algo muy malo estaba a punto de suceder. Y algo me decía también que no podría pararlo.

Mientras pienso todo eso, mi mirada se pasea por el lugar, me balanceo lentamente en el columpio intranquila. Había decidido salir al jardín, siempre venía aquí para tomar aire. Tengo a la pequeña Lou entre mis manos. Está sonriendo feliz, y eso es lo único que consigue reconfortarme. No sé si quiera como ha terminado en mis brazos, odio a los bebés, y ellos me odian a mi, pero ella parece estar bien.

De lejos puedo observar la mansión y las dos casas que hay unidas a ella, donde habitaba el personal. Entonces veo como Tessa sale llorando de la casa. Todo su misterio. Parece ser un tema mucho más profundo, oscuro, y complicado como para entenderlo. Lo cual no suponía ninguna sorpresa, no era nada nuevo el secretismo en este lugar.

Decido dejar el columpio y me levanto.  Necesito respuestas. O mejor dicho comenzar a investigar. Mi misión ya había comenzado. Y mejor será terminarla ahora, ahora que mis sentimientos están fríos. O al menos ahora que puedo controlarlos. Keegan Ross era un criminal, ha matado a una persona después de golpearla brutalmente. Aún hablando de Diego, se merecía ser llevado ante la ley. Camino hasta la mansión, la general, donde habitaban todos menos Keegan, siendo el, él don, tenía su casa propia. Aún recuerdo el día en que llegué a su casa.

Entro directamente al salón encontrándome con la familia al completo cenando.

  —Oh, querida... Siéntate.  Creíamos que cenarías en tu recamara con Keegan...—afirmó Donna con pena fingida. A Donna Ross los años le habían pasado factura a pesar de sus intentos de mantenerse joven a base de Botox, tenía papada y su pelo estaba prácticamente en sus últimas por el tinte— ¿Por cierto dónde está? —añadió, era la madre de Alec, el hombre sin testículos, con una mezcla de diversión y malicia en sus ojos, como si ya supiese la verdad de que Keegan no quería estar conmigo y solo se estuviese haciendo la tonta.

— Eso es, siéntate a mi lado—habla ese Alec, no me gustaba para nada. A pesar de llevar traje y reloj caros, a pesar de ello, podrías pensar que en lugar de un millonario delincuente, se trataba de un burdo ladrón de barrio. Tatuado y con un diente de oro, no era muy agraciado físicamente. Según lo que Rose me había dicho, había violado a Jessica mediante drogas, aunque si mal no recordaba, Diego había mencionado unos cuernos por su parte a Keegan... Lo cual era incompatible a menos que... Jessica y Alec estuviesen liados.

De todos formas era el monstruo de Diego y no pensaba creérmelo. Menos aún comentarle algo al respecto a Kee, lo último que necesitaba a parte de la muerte de la mujer que amaba era que yo, uno de sus tantos dolores de culo seguramente, le dijese que Diego me había dicho de que le había puesto los cuernos sin ninguna prueba para refutar. Además sonaba completamente surreal. Seguramente había sido una jugarreta de él para ensuciar el nombre de la pobre mujer.

  —Mejor que se siente donde ella quiera. No queremos nuevos problemas —habla uno de los jóvenes con traje, supongo que ellos deben ser los hermanastros de Keegan.

Los miré detenidamente. Uno de ellos era el hombre que me había destrozado, así lo había dicho Diego, había mencionado sobrino junto a finalizar tarea, uno de ellos... Todos me miran de forma analizadora, como si quisiesen ver a través de mi.

— ¿Se puede saber por qué lleva a Lou en las manos? ¿Dónde está nana? Esa vieja siempre anda ocupada...—dice una joven con sorna. Creo que es una de las primas de Keegan. Esas barbies eran todas iguales, no podría saber si era Pamela, Candela, Luciana, Maribel, Valentina o Bárbara. No puedo evitar sorprenderme al recordar sus nombres, al menos los de las principales víboras. Y de repente, como si estuviéramos en un clase de instituto, las jóvenes se ríen al unísono ante el chiste de su amiga. Definitivamente, no les llegaba la sangre al cerebro.

—Katrina... Ella será vieja, y estará ocupadísima, pero al menos no es una mantenida que se gana la vida haciendo la pelota a alguno de estos capullos que a la mínima intentan matarse entre ellos y a sus descendientes para quedarse con el poder—distinguí finalmente la voz de Rose, siempre tan audaz con sus verdades.

—Rose... — la recrimina Donna, su madrastra.

—Ella ni siquiera debería estar en la mesa. No es de nuestra familia. Tan solo es una putita de Keegan—habla Alec con sorna a lo que yo le dedico una mirada llena de furia.

Más que una cena familiar parecía que estuviesen en una guerra, todos contra todos. Me pregunté si eran así siempre. Sería lógico viendo el carácter de Keegan, siempre a la defensiva como si el mundo estuviese en su contra.

Tomé aire exhausta encontrándome a mi misma conviviendo con los Ross y todo lo que eso conllevaba.

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