—Buenos días doña Elena, he estado muy ocupada últimamente con todo el trabajo de fin de año, por eso no había podido venir —saludé cortésmente.
Antes de terminar, el rostro de Elena cambió levemente: —¿Todavía me llamas 'doña'? ¿Tan distantes somos?
Me quedé perpleja y miré instintivamente a Lucas.
Él se acercó en dos zancadas y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos.
Su gesto dejaba clara la naturaleza de nuestra relación.
Y la actitud de Elena mostraba que lo aceptaba.
Mi corazón latía nervioso, casi sin poder creerlo.
Entonces ¿por qué anoche, sabiendo que estaba con sus hijos, no me mencionó en toda la noche?
Conociendo su actitud anterior hacia mí, seguramente le habría pedido a Lucas que me pasara el teléfono, aunque fuera para preguntar por cortesía.
No sabía si estaba pensando demasiado y malinterpretando las cosas.
O si Elena era tan astuta que lo disimulaba bien.
En ese momento, solo pude ocultar mis pensamientos y corregir mi forma de dirigirme a ella: —Señora.
—Así está