—En ese momento, mis mejillas se pusieron rojas como tomates y miré nerviosa a Lucas, apresurándome a aclarar con Antonio: —Dije eso solo para molestarte porque no quería lidiar contigo. Entre el señor Montero y yo no hay nada.
Antonio me miró fijamente, como si le costara distinguir cuál de mis declaraciones era verdad y cuál mentira.
Lucas ya sabía de esto por Leonardo y yo se lo había explicado personalmente, así que no le dio importancia a la "revelación" de Antonio.
De hecho, ni siquiera le prestó atención.
Me miró con ojos cálidos y sonrió elegantemente: —María, ya es hora, vamos.
—Sí —respondí con una sonrisa, pasando junto a Antonio para dirigirme hacia Lucas.
—¡María! —Antonio se dio la vuelta y me llamó con seriedad—. ¡Si crees que puedes aspirar a los Montero, estás soñando! Piensa en tu padre, es un presidiario, y tú eres una divorciada. ¡Los Montero nunca aceptarían a una mujer como tú como nuera!
Lo ignoré por completo, ni siquiera me digné a responder mientras subía al a