Las alarmas sonaron en mi cabeza mientras lo miraba incrédula. Jamás imaginé que pudiera ser tan pervertido y repugnante.
―¡Antonio! ¡Esto es ilegal! ¡Mejor lárgate ahora mismo, o si no yo...! ¡Ah! ―grité asustada, sin tiempo de terminar mi advertencia cuando intentó arrastrarme dentro del apartamento.
El instinto de supervivencia me hizo aferrarme al marco de la puerta con todas mis fuerzas, resistiéndome a entrar.
Si cerraba la puerta, estaría perdida.
―¡Socorro! ¡Auxili...! ―intenté gritar, pero al siguiente segundo, el desgraciado se inclinó para besarme.
Me resistí, girando la cara y luchando con todas mis fuerzas. En el forcejeo, mi mano alcanzó algo del zapatero, no sé qué era, pero se lo lancé sin pensar.
―¡Guau... guau, guau! ―Puppy salió corriendo del apartamento justo a tiempo, ladrando furiosamente a Antonio y mordiendo su pantalón.
Aproveché para liberarme y saqué rápidamente mi teléfono para llamar a la policía. ―Hola, oficial, aquí...
―¡Fuera! ¡Perro estúpido! ¡Largo! ―A