Contemplé el pañuelo que me ofrecía y vacilé antes de tomarlo con un suave "Gracias". Mi corazón se aceleró al recordar que aún guardaba otro pañuelo suyo.
Después de secarme las lágrimas y recuperar algo de compostura, sostuve el pañuelo con torpeza:
—Eh... cuando lo lave...
—No es necesario —me cortó Lucas, tendiendo la mano para recuperarlo.
Con las mejillas encendidas, bajé la vista y me concentré en terminar mi plato.
Al acabar, hice señas al camarero para pedir la cuenta, pero este me informó:
—Señorita Navarro, ya está todo cubierto.
—¿Ya pagaron? —pregunté extrañada—. ¿Quién fue?
Antes de que el mesero respondiera, Mariana exclamó alegre:
—¡Lucas ya se encargó, vámonos!
Me levanté tras ellos, mortificada:
—Señor Montero, se suponía que yo invitaba para agradecerle su ayuda del otro día. ¿Por qué se adelantó a pagar?
—Ay, por favor, es solo una comida —interrumpió Mariana—. ¿Por qué te complicas? Lucas tiene dinero de sobra, para quien le gus...
—¡Ejem! —Lucas tosió repentinamen