32. Amor.

Vimos el atardecer desde la ventana de la hogareña sala de la casa. Las paredes y pisos de madera le conferían una calidez extraordinaria. A diferencia de los departamentos este lugar se sentía lleno de vivacidad, con plantas en macetas cerca de cada ventana, libreros repletos de libros y una esponjosa alfombra roja entre el sillón y la televisión. Christian y yo dormitábamos sobre la alfombra, envueltos en una sábana, cansados por las actividades previas.

- Es una casa hermosa. -comenté, mi mirada se detuvo en las fotografías en la pared opuesta a la ventana. - ¿Acostumbras a visitar muy seguido?

- Solía hacerlo, pero desde que comencé a involucrarme más en la compañía dejé de tener tiempo. -sonaba triste. Besé su mejilla, esperando algún día poder borrar la tristeza de su corazón. -Está bien, las cosas cambian. Es imposible esperar que todo siga igual. Mi padre siempre presiona a mi padrino para que la venda.

- ¿Hay algo sobre lo que no opine el señor Daleman?

- Aun no lo encuentro,
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