CRISTINE FERRERA
—¿Qué hago? —pregunté cubriéndome el rostro con ambas manos mientras apoyaba los codos en la mesa—. ¿Cómo confiar en él? No puedo. Solo ve las fotos.
—Cristine… Abre bien los ojos antes de tomar una decisión, tómala con seguridad, y una vez que lo hagas, ciérralos, porque habrá consecuencias y en ambos casos, serán dolorosas. —Berenice me estrechó intentando mitigar un poco el dolor que sus palabras me habían causado. Solo entonces pude romper en llanto, escondiendo mi rostro en su hombro y aferrándome a sus ropas con ambas manos, como si fuera un salvavidas y yo me estuviera ahogando en medio del mar.
Tomadas de la mano salimos de la cafetería y llegamos al auto donde Zafrina ya nos esperaba, de brazos cruzados y con el rostro cargado de preocupación. Cada segundo en silencio se encajaba en mi piel y la agonía de pensar en enfrentar a Eliot me estaba matando. Quería llorar, quería desmoronarme, pero apreté los labios y dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas