Capítulo 01: El Inicio

Pero si los humanos no son la unidad de medida y no estamos gobernados por leyes matemáticas... ¿qué lo controla todo?   - Lucy

Capítulo 1: El Inicio

Ante el estrés y la ansiedad que cada ser humano puede presentar, están los hechos que determinan el trayecto de su destino.

―Está muerta, Christopher ―chilló ella, con el rostro desfigurado por el llanto y el dolor.

―Lo sé... Yo...

―¿Qué diablos está pasando? ―cuestionó, mientras corría al lado de su hermano. El chico estaban tan pálido y asustado como ella, pero ninguno estaba tan consiente de lo que sucedía.

―No lo sé, Rnasell ―respondió, con un nudo en la garganta mientras miraba por encima de sus espalda la casa que dejaban detrás.

Hace unas horas, una ventana se había hecho añicos en una de las residencias de la ciudad de Vancouver, con dos figuras jóvenes que se abalanzaban en el interior de un bosque, ante lo que había sido el disparo de un arma y los gritos de una mujer que pedía, insistentemente, que no ocurriera aquello.

Pero de nada sirvió.

Los dos chicos que corrían a través del bosque, desesperados, en una situación de mera supervivencia, estrés y ansiedad, sin saber a dónde ir, solo tenían el deseo de salir de aquella pesadilla. Christopher, quien apretaba con fuerza la mano de su hermana, tenía la única intención de querer salvarla.

Ella lloraba desconsoladamente a su lado, recordando que aquel grito efímero, como la niebla, se había tratado de Jean, su madre, en un acto de querer salvarlos.

Para Christopher, su hermana era lo único que le quedaba en ese momento.

Las raíces profundas de aquellos enormes árboles del bosque que elloa atravesaban, sobresalían del terreno y se transformaban en meros obstáculos que hacían tropezar a los hermanos de vez en cuando. Pero no eran  motivo suficiente para que estos dejaran de moverse.

El sudor sobre sus frentes y sus mejillas, no eran más que caricias que se afianzaban con el frío del lugar y el aire que atravesaba las extensiones del denso bosque que; lejos de sentirse vigorosamente bien, debido a un excelente tiempo "fitness", se sentía como el deseo de ir al baño sin que hubiera uno, o cuando no había papel higiénico con el que limpiarse.

―¿A dónde vamos? ―preguntó Ransell.

―Solo sigue corriendo. Encontraremos respuestas cuando lleguemos ―dijo Christopher, sin perder la vista hacia adelante.

―¿Respuestas? ¿Cuáles respuestas? ―Ella estaba nerviosa y no tan segura de confiar en el juicio de Christopher en ese momento.

―Por eso vamos allá ―replicó.

Fue cuestión de tiempo para que llegaran a lo que parecía ser una base secreta que se encontraba en medio de aquel bosque. La verdad, era tan imponente como ver las cataratas del Niagara, pero sin la misma belleza. Estaba diseñada completamente de un metal que, a simple vista, se observaba impenetrable y con la misma apariencia de las estructuras militares en zonas prohibidas.

―¿Desde cuándo esto ha estado aquí? ―cuestionó Ransell, quien se había detenido junto a su hermano sin poder creer lo que estaba delante de sus ojos.

El bosque por el que habian escapado estaba justo enfrente de su casa, pasando la calle. Una estructura como aquella se debería haber visto desde la planta superior de alguna de las habitaciones o sobre el tejado. ¿Cómo es que nadie la había notado?

―No lo sé... pero creo que no tenemos escapatoria ―respondió él, asegurando que era entrar o simplemente regresar a la casa en la que había muerto su madre.

Una vez más, a Ransell se le desfiguró el rostro. La adrenalina de su cuerpo pareció haber menguado y ahora era la misma "razón", la que trajo consigo el verdadero significado de lo que implicaba la situación en la que se encontraban: eran prófugos.

Christopher colocó sus manos en el rostro de su hermana para limpiar los rastros de lágrimas que habían aflorado y que parecían no parar. La entendía. Pero era momento de intentar ser adultos, aunque en realidad él mismo quería drenar de la misma forma que ella lo hacía. Creyó que debía ser fuerte.

Y era obvio, no tenía los mismos seis años de edad en el que lloró inconsolablemente cuando comenzó aprender a manejar bicicleta y se caía sin remedios. Lloraba casi siempre por eso, hasta que el llanto paró en el momento que dominó el manejo de esta. Su lloro había sido transformado en risas con el tiempo, pero ahora parecía desmoronarse por completo.

De hecho, aquel era un buen recuerdo puesto que  le mantenía unido a su padre. Pero hacía un buen tiempo de eso.

¿Acaso esta no podría ser una situación similar?

Entre los jipidos de Ransell, Christopher eliminó los últimos rastros de lágrimas, una vez más, y dijo:

―Debes calmarte. Necesitamos entrar en ese lugar y no pueden sospechar de nada.

La chica le miró confundida. ¿Acaso estaba loco? ¿Quería que entraran a un lugar desconocido, y que, aparentemente, eran los responsables del asesinato de su madre? La misma insignia de aquellos hombres que se adentraron en su casa para asesinarlos, era la misma que se presentaba en la entrada de aquel lugar, con oficiales que custodiaban sin más: FACTORY.

―¿Cómo entraremos? ―preguntó su hermana, viendo que no parecía tan sencillo.

Pero antes de que pudiera responder, en un parpadeo de este, se encontraban dentro de un pasillo reluciente y pulcro. Christopher no entendió cómo había ocurrido aquello y cómo es que ya no estaban en el bosque, pero solo él parecía desconcertado. Ransell parecía estar adaptada a la situación. Se veía tranquila.

Arrugó su rostro confundido, pues no recordaba de qué forma había llegado hasta ese lugar, y notó que la ropa de Ransell y la de él había cambiado. En vez de llevar las mismas ropas comunes con las que habían huido, en ese momento ambos usaban uniformes que asemejaban a los oficiales que estaban custodiando la entrada. Un uniforme oscuro, con chalecos antibalas, y la insignia de FACTORY relucía en su costado derecho sobre sus pechos.

Una sensación de náuseas le invadió al ver aquel logo de la compañía sobre su pecho.

En medio de aquella confusión, el ruido de la sala entrante y el alboroto que a simple vista se observaba, fue lo que arrolló los pensamientos sin respuestas lógicas en su cabeza. Dieron unos pasos hacia esa dirección, adentrándose, y ambos se percataron de que cada quien estaba sumergido en sus propios quehaceres y que en nada llamaban la atención de alguno de ellos. Eso les dio calma y seguridad.

Christopher observó que aquel sitio tenía numerosas oficinas, en donde múltiples teléfonos sonaban en destiempo, y que esto, acompañado con el desespero de la gente al contestar, hacía del ambiente un completo caos.

Ambos hermanos miraron a sus lados para no perder detalles de lo que acontecía. Los rostros de las personas en aquellas oficinas estaban pálidos, los ojos desorbitados, un sudor repentino que bañaba los semblantes de todos y lo que en su momento eran gritos que se emitían para responder los teléfonos se volvió un silencio terrorífico. Tenían pánico.

Entonces, Christopher percibió que algo estaba ocurriendo. Y algo mayor.

―Vamos Ransell... creo que estamos en peligro ―afirmó asustado, dándoles unos golpecitos en la espalda a su hermana para que le siguiera.

Nuevamente, ante un parpadeo por parte de él, habían llegado a un pasillo con numerosas puertas. Se sentía mareado y confundido por aquel cambio de escenario otra vez. Pero esta vez, inundado de temor, no perdió tiempo en cuestionar lo que había sucedido, aunque sí se preguntó  "¿Qué demonios estaba pasando?". Ni siquiera entendía cuál era el motivo real por el que estaba tan asustado.

Su vista se posó en la primera puerta del pasillo en la que se encontraban. Y esta vez, una voz dentro de él mismo le dijo en pequeños susurros que se acercara. No sabía explicar lo que estaba pasando, pero sentía confianza en aquella voz en su interior.

Dio un paso, cuando entonces un hombre apareció delante de ellos, muy alto y con la misma vestimenta oscura y el chaleco antibalas que ellos mismos poseían; su cabello era de color rubio, con ojos claros y de tez blanca que, por encima, parecía tener una apariencia rusa.

Se detuvo de inmediato y miró a su hermana, pero esta no parecía afectada de la repentina aparición de un hombre que tenía su oído puesto sobre la puerta.

"Espía con él", escuchó en su cabeza.

Christopher, que para ese momento veía todo aquel momento en cámara lenta, observó como la gente pasaba de un lugar a otro, y como una vez más, el rostro de su hermana nuevamente se transformó en lo que parecía ser un llanto nuevo.

Cansado de tener que llevar aquel peso emocional de su hermana y al mismo tiempo tragarse ñas suyas propias, colocó una mano sobre su hombro, mientras con la otra le hacía una seña de silencio, con su dedo índice sobre su boca.

¿Acaso no entendía que no podían demostrar nada o estarían muertos como su madre?

Christopher miró al hombre que estaba tranquilo, escuchando sobre la puerta.

"Está atento a ese hombre".

Por mera curiosidad, debido a que parecía estar volviéndose loco, quiso comprobar que era lo realmente importante que aquel hombre estaba escuchando detrás de aquella puerta. Así que, decidió pegar su oído en la misma, y todo se arruinó cuando escuchó:

—Solo quedan 5 minutos...

Aquel sujeto al que seguían, se separó de la puerta, empujando a Christopher, y comenzó a correr despavorido. Christopher supo de inmediato que algo malo iba ocurrir, o más bien confirmó sus sospechas.

No sabía cómo, pero estaba seguro que iban a morir todos. 

Aunque, en ese instante, comenzaba a creer que morir no era una mala opción. Es decir, habían perdido a su papá cuando Ransell y él estaban niños, habían perdidos a sus amigos debido a la pandemia que les azotaba, y hace unas horas a su madre y su hogar;  ahora parecía que el menor de sus problemas eran sus propias vidas.

Miró a su hermana un momento, y, a diferencia de él, en los ojos de ellas estaba la chispa vivaz de la vida.

No solo estaba llena de vida, ella quería vivir.

Por eso tomó de nuevo a su hermana de la mano y comenzaron a correr en la misma dirección por la que aquel sujeto se había ido.

—¡Muévete, debemos irnos ahora! —gritó.

—¿¡Qué sucede!? —vociferó ella, ahora aterrada.

La verdad es que Christopher sabía que iban a morir, pero no sabía exactamente por qué creía aquello o por qué estaba tan asustado de lo que ni siquiera tenía idea de lo que podría suceder o estaba pasando. No tuvo nada que responder, sin embargo no aminoró sus pasos.

Otra vez la adrenalina y el desespero, cómo cuando huían de su casa para salvarse, volvieron. Y como si fuera poco, los nervios de Ransell hicieron temblar el agarre de Christopher sobre su mano. Él solo la apretó, intentado decirle corporalmente: "Estoy contigo".

Y lo estaba... precisamente porque el deseo de ella era vivir.

Aunque era cierto que él no se sentía tan motivado por hacerlo. ¿Qué razón existe para vivir se encuentra cuando todo tu mundo se ha derrumbado?

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