VI. Relato: Sodoma y Gomorra.

Epílogo de Las historias de Maldecín

Fortunato Martínez, hacendado en las tierras fértiles de Jinotega, viajero desde el país Vasco, vino a este país para enriquecerse, sin embargo, un padecimiento mental le incapacitó trabajar la tierra, y tuvo que delegarle el trabajo a su hijo, Rodrigo Martínez, incapaz de llevar las cuentas debido a las lujuria extenuante, derrochó el dinero en prostitutas y licor. Destruido moralmente, y luego de la muerte de su padre, decidió mudarse a Matagalpa, y conoció en un cafetal a la hija de un cafetalero, llamada Magdalena Prístina.

             Ella lo arropó y le dio vivienda, sobrevivieron a la guerra de los ochenta, y cuando Prístina heredó cierta cantidad de dinero por parte de su padre, se mudó al centro de la ciudad donde compró una pequeña casa y

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