Un viaje lleno de confesiones

Agnes:

A partir de esa noche maravillosa, había habido más, cada vez que salíamos íbamos a un lugar diferente, a veces íbamos a cenar, otras al cine, incluso a dar pequeños paseos por los puntos más emblemáticos y porque no, románticos. No me había atrevido a entrelazar nuestras manos, pero si solía entrelazar mi brazo con el suyo, estaba segura que parecíamos una pareja de esas antiguas, no podía evitar suspirar y sonreír como tonta al pensar en la palabra pareja.

Sebastien y yo teníamos muchas cosas en común, le gustaban los lugares tranquilos más que los bulliciosos, le gustaba leer hasta tarde, su género favorito era el terror y el suspenso, aunque me confesó haberse emocionado leyendo orgullo y prejuicio, algo que me causo mucha ternura, y no tanto porque lo haya leído, seguro muchos hombres más lo habían hecho; más bien había sido por la forma en que lo dijo, como si fuese algo malo o alguien fuese a pensar que era menos hombre por haberlo hecho.

Además de todo, también le gustaban las hamburguesas, así que en una de nuestras salidas, habíamos ido a parar a un puesto callejero de hamburguesas, algo que había sido muy divertido, comerlas había sido todo un reto, al final, habíamos hecho un desastre, uno con el que habíamos bromeado durante el resto de la cita.

- Sin duda alguna, de todos mis socios, él es el mejor prospecto –dice mi padre durante el desayuno, él estaba muy feliz con mi creciente relación con aquel multimillonario empresario, la verdad no me molestaba en absoluto que pensara de esa manera, porque eso significaba que podría seguir saliendo con Sebastien–. Quien diría que atraerías a un hombre como él –rueda los ojos con diversión–, al menos me estás sirviendo de algo –me limito a asentir mientras termino mi desayuno, era sábado y Sebastien me llevaría de excursión, para tranquilizar a mi padre, le había dicho que irían otras parejas, al decir aquello, había sentido que el corazón se me salía, esperaba impaciente a que eso pasara.

- Debo ir a terminar mi maleta –digo tras terminar, dejo la servilleta en la mesa y me pongo de pie.

- Haznos un favor a todos, si puedes cogértelo y embarazarte para amarrarlo, hazlo –dice con frialdad, siento como la sangre abandona mi cara, esperaba no lo dijera tan enserio, porque de ser verdad, estaría en serios problemas.

- Haré lo que pueda, padre –digo antes de casi salir corriendo del comedor a las escaleras, y de ahí a mi cuarto, debía calmarme y pensar con la cabeza fría, de todos modos dependería de Sebastien si quisiese pasar a algo más.

Me deshago de esos pensamientos, debía terminar mi maleta y prepararme.

A eso de las 2 de la tarde, Sebastien pasó por mí, saludo a mi padre, me ayudó con la maleta y partimos a un pequeño restaurante fuera de la ciudad, comeríamos antes de irnos, así sólo tendríamos que preparar la cena de hoy, y el desayuno y comida de mañana, nos iríamos temprano y pasaríamos a cenar al mismo restaurante.

- Espero te guste –dice abriendo la puerta, entro y miro maravillada la fachada, se sentía muy hogareño, me transmitía tanta paz.

- Es precioso, sin duda, podría ponerlo como mi lugar favorito, bueno, después de las hamburguesas –le guiño un ojo bromista, el comienza a reír y yo me derrito ante ese gesto.

- Las hamburguesas sin duda son las mejores –dice en el mismo tono bromista. Nos acercamos a una mesa y como todo buen caballero, me retira la silla y me ayuda a sentarme, le agradezco con una sonrisa.

Tomamos los menús y comenzamos a verlos, la verdad no tenía mucha hambre, así que quizás sería bueno comerme un club sándwich. Por su parte, Sebastien pide la comida del día, mientras esperábamos la comida, Sebastien se retira para atender una llamada, eso me da tiempo para pensar en todo lo que ha pasado, y en lo que él significaba en mi vida, era una suave luz que iluminó aquel día gris, y poco a poco su luz se volvió más intensa, logrando envolverme y sacarme de esa horrible oscuridad en la que he vivido toda mi vida. Era un soplo de aire fresco, y además de eso, podía sentirlo, cada fibra de mi ser lo gritaba, él era mi persona destinada, mi alma gemela con la que al fin podría ser yo.

- Perdona la tardanza, unas cosas de la oficina en Londres –dice tras sentarse.

- No te preocupes, ya mucho haces con escaparte de tus obligaciones para llevarme de excursión –digo con mis mejillas sonrojadas.

- Es un placer para mí pasar tiempo contigo, si aún no lo he dejado claro, pronto tendré que solucionar ese problema –me guiña un ojo y no puedo evitar una risita nerviosa, así como mis mejillas sonrojadas.

- Oh bueno –digo sin saber que más decir, gracias al cielo el mesero viene con nuestra comida, evitando que cayéramos en un silencio incómodo.

Sebastien:

Me regaño a mí mismo por lo que dije, y sobre todo, por como lo dije, ahora ella está nerviosa, y quizás preocupada, de cómo saldrá todo a partir de este momento.

- Creo que hasta ahora no hemos tocado temas muy personales, a decir verdad me gustaría conocerte un poco más –digo suave, intentando romper el silencio incómodo–, sólo si lo deseas, igual puedo comenzar yo, ¿te parece? –ella asiente y me mira atenta mientras come su emparedado–. Soy huérfano, perdí a mis padres a los 8 años, como no tenía familia me enviaron a un orfanato y a varias casas de acogida –la veo parpadear con sorpresa, incluso baja su emparedado.

- Lo lamento –dice suave, le sonrío mostrándole que todo estaba bien.

- Me escape de ese lugar a los 16, comencé a trabajar de todo hasta que comencé a vender computadoras en una tienda, veía todo y pensaba sobre tener mi propia compañía, así que con mucho esfuerzo comencé a estudiar los sábados, estudie los mercados y me di cuenta que podía comprar acciones de ciertas empresas y generar ganancias, así que invertí en eso, conforme fueron dando resultados, invertí en otras hasta que compré una empresa casi en la ruina, con todo lo que había aprendido, pude levantarla de nuevo y hacerla la mejor de Londres, después compré una empresa aquí, y el resto ya lo conoces –le sonrío.

- Vaya, eso es increíble, a diferencia de mí, creo que lo más interesante que podría contarte es sobre la fuga de mi madre cuando tenía 4 o 5 años –dice bajo–¸ los periodistas suelen preguntar mucho eso, pero no quiero ventilar algo tan privado.

- Estás en todo tu derecho, si no deseas compartirlo, ellos deberían entenderlo y no presionarte –digo serio, ella asiente.

- Si soy sincera, no recuerdo haberla visto comportarse raro –dice pensativa–, ella era muy dulce, amable, me contaba muchos cuentos y me cantaba para dormir, no puedo entender que la orillo a irse y dejarnos –dice alicaída.

- No sabemos qué es lo que pensaba ni lo que sentía, quizás sentía que no era lo mejor para ella o para ti –tomo suave su mano y la aprieto, ella me sonríe y asiente–. Además, te dejo con tu padre, no quedaste a la deriva.

- Me habría gustado que tú no hubieses estado a la deriva –dice con pesar, niego sonriéndole.

- Eso me hizo el hombre que soy ahora, y quizás de ser diferente –digo alzando suave su mano–, no te habría conocido –les sonrío antes de besar de manera casta el dorso de su mano, ella se sonroja con ganas, sin duda alguna es una imagen de lo más hermosa, ojalá pudiera conservarla por siempre en una fotografía–. Sigamos comiendo, ya tendremos tiempo de contarnos más cosas.

- Sí, provecho –dice suave antes de comenzar a comer, si bien seguíamos hablando, eran de otros temas más neutros.

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