Después de llevar a Simón a casa, Lucía se dio la vuelta y se fue de inmediato.
Mirando el polvo que levantaba el coche mientras se alejaba, Simón sacudió la cabeza y dijo: —¿Por qué esta chica tiene un temperamento tan fuerte? En serio, ¿cómo llegará a casarse algún día? ¡Ay!
De regreso en casa, Simón se sentó perezosamente en el sofá, sin saber en qué estaba pensando.
Después de un largo rato, miró el reloj y se levantó para ir a la cocina a ocuparse de algo.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que sonara el timbre, y Simón tuvo que ir a abrir la puerta.
Al abrirla, vio a un hombre de mediana edad, con más de cincuenta años, de aspecto imponente, parado en la puerta, mirándolo fijamente con un ceño fruncido y una mirada fría.
—Hola, ¿a quién buscas? — preguntó Simón muy amablemente.
El hombre de mediana edad no dijo nada en absoluto, como si estuviera en otro mundo, entró con grandes zancadas y se sentó directamente en el sofá.
Simón se quedó un poco desconcertado por lo sucedido. ¿Es