Simón sonrió y no dijo nada en absoluto.
Un momento después, el dueño llegó frente a Simón con las manos llenas de jade de verde imperial, y con gran cariño le dijo: —Felicidades, joven, ha desenterrado usted un excelente y valioso jade de verde imperial.
Simón lo tomó y lo observó muy de cerca.
La pieza de jade era de forma romboide irregular, de un color verde de lago y extremadamente translúcido.
Y bajo la luz del sol, el tono mostraba sutiles y bellos cambios.
Intentó usar su fuerza mental para sondearlo y descubrió que era muy duro, cumpliendo completamente con sus grandes expectativas.
Simón se rio a carcajadas y dijo: —Gracias, Señor.
El jefe tenía una expresión de no saber qué decir, y en ese momento, Simón se dirigió amigablemente a Hugo: —Director López, es hora de cumplir con la apuesta.
Hugo de repente sonrió, cambiando su expresión sombría y despiadada, sacó generosamente un cheque, lo llenó rápidamente y se lo entregó al dueño.
—Joven, ¿acaso usted teme que no cum