Sin embargo, si absorbía los cien años de cultivación, eso significaba enfrentarse por completo a la voluntad y el poder mental de la otra persona. Simón no estaba seguro de poder vencer a esa fuerza; si fracasaba, no solo perdería los cien años de cultivación, sino que incluso podría perder toda la cultivación que había adquirido hasta ese momento.
Sin lugar a dudas, hacer esto representaba un riesgo demasiado grande.
Por eso, Simón se encontraba sumergido en una profunda preocupación. No sabía qué camino tomar, y la incertidumbre le pesaba en el corazón.
Simón se sentó en una posición de loto, pensativo. Pasó toda la noche reflexionando una y otra vez sobre su situación, y cuando la luz del día comenzó a filtrarse por el horizonte, Simón abrió los ojos, ya con una decisión determinante en su interior.
La respuesta era clara: ¡absorber los cien años de cultivación!
Aunque la voluntad y el poder mental del cultivador en la esencia del dragón divino eran muy poderosos, al menos durante