—Te puedo decir dónde están los otros ocho fragmentos de la vasija de dragón, pero a cambio, necesito que me ayudes a asesinar a una persona.
—¿Ayudar a matar a alguien?
—¿Quién es?
—El dueño del Cerro de Bronce la Llama, Isaac.
—¿Isaac?— Simón mostró una expresión de desconcierto total y dijo: —¿Me pides que lo mate?
—Exactamente.
La mujer líquida giró hacia Simón y dijo con firmeza: —En realidad, sé que los pensamientos malvados en este mundo han superado a los pensamientos buenos, y que la oscuridad prevalece sobre la luz. Sin embargo, en las minas, esta energía puede ocultarse. Yo le supliqué a Isaac, le rogué que dejara a Ramón quedarse de manera temporal en el Cerro de Bronce la Llama, para que al menos pudiera evitar la calamidad que se avecinaba.
—Pero él no aceptó, y al final, la ira de Ramón causó todo esto. Dime, ¿acaso existe alguna madre que no ame a sus hijos?
—Aunque Ramón fue asesinado por ti, sé que no es culpa tuya. En realidad, ya no guardo rencor hacia ti, ahora el