SARAH PIERCE

Sentí lástima por Raya porque ni siquiera respondió al saludo. Pero, sorprendentemente, mi bebé no se negó a salir de la habitación con su abuela.

Mientras escuchaba el suave cierre de la puerta y el leve zumbido de la silla de ruedas, mantuve mi respiración profunda y lenta y luego pregunté: "¿Sigues aquí?"

—Así es —respondió, y mi alma experimentó a la vez alivio y angustia—. Estaré aquí todo el tiempo que quieras.

Con un breve asentimiento, dije con cuidado: «No quiero ahuyentarte. Otra vez». Levanté la cabeza, aunque mis ojos permanecieron cerrados. «No te mereces eso».

—Esa cosa horrible no debería haberte pasado, Sarah —dijo—. Lo que merezca o no merezca apenas importa aquí.

—Pero importa —confesé en voz baja—. Thaniel… —Apreté los labios para evitar que la amargura en mi garganta se convirtiera en desesperación—. E-Ese hombre…

—No, Sarah —dijo mientras acercaba su silla—. No te obligues a hablar de ello.

¿Y si lo recuerdo cada vez que te mire? ¿Y si esto dura para s