Bastian tuvo la cabeza ocupada en todo momento. El cargamento con el material que ocuparía para sus armas del negocio que había hecho con un clan de suizo se había perdido casi en su totalidad, por culpa del descuido que tuvieron al transportarlo. Jamás había ocurrido tal cosa y por ello estaba que hundía a todos en altamar. Nadie se atrevió a acercarse si no lo pedía. Estaba peor que nunca. Nadie podía dar crédito a su semblante. Llamó a su cliente y tuvo que decir sobre los inconvenientes que tenían para la construcción de su pedido. Podía comprar las piezas que le faltaban, pero odiaba el hecho de que no estuvieran acreditados por él, para no fallar o dañarse rápidamente. Le gustó siempre la perfección. Las cosas se hacían a su modo porque la pureza de lo que él tenía, nadie podía mancharlo. Pasó la noche entera entre llamadas, negociando otro cargamento que tuvo que comprar, porque nada le aseguró el poder recuperar lo que perdió. La cabeza le dolía, en el estomago tenía un a
Kiara se removió en su cama, se llevó las manos a cabeza con un mareo más que la hizo quedarse quieta. No podía hacer más que esperar a que se pasara solo. Luego de varios minutos al fin pudo ponerse de pie. Se dirigió al baño poco espacioso que había en su dormitorio, remojando su cara y conteniendo la arcada que le llegó de repente. Ya tenía una semana con esos malestares y no la dejaban en paz, era difícil trabajar de esa forma, pero debía conseguir dinero para dejar de ser una carga para Santos. Con dos meses en ese sitio tenía mejor adaptación a su vida, ya no despertaba con el terror de sus pesadillas, pero sí con el de estar a punto de botar el contenido de su estómago. Por la mañana se levantó temprano para preparar el desayuno, siguiendo con la comida para Santos, quien agradeció antes de marcharse al astillero, mientras ella lo hizo al comedor a unos cuantos minutos de dicho lugar. Trabajo que pudieron conseguir con ayuda de Evelyn, la hermana de Santos. Él soldando buq
Tres años había pasado desde la llegada de la pequeña que usaba como medio de diversión a Santos, método de escape a Evelyn y corría a los brazos de su madre siempre que sus ojos la encontraban. No era fácil que sus rasgos pasaran desapercibido entre todos. Nunca vieron a un bebé que emanara lo que ella, su risa era un espectáculo cautivador, aumentando la dopamina en cualquiera que pudiera escucharlo o verlo, pero su mirada, esa tenía un no sé qué, que fundía a todos en una inmensa oscuridad, a veces con la luna en sus pupilas, las cuales absorbían la luz a su alrededor y otras como si supiera a donde pertenecía realmente. Esos ojos solo se habían visto en una persona antes, según Santos y estúpido no era para creerse lo que dijo Kiara cuando nació su hija. Se lo confirmó una semana después, pidiéndole no decir absolutamente nada a nadie. Él juró no hacerlo, pues también quería a esa pequeñita que cargaba en su hombro, en lo que ella cuidó que su corona no se cayera, saliendo del
El momento la tenía con el pulso acelerado, con cada metro recorrido, con cada vez que veía por el retrovisor tratando de perderlos, pero ellos continuaban atrás suyo y para Kiara eso era la señal que necesitaba para saber que su mundo peligraba.Su auto no era la gran cosa y en ese momento deseó tanto que lo fuera, pues así podía aumentar mucho más la velocidad, pero no era tiempo de lamentarse, sino de escapar, porque por nada del mundo dejaría que dieran con ella. No si estaba en sus manos evitarlo. Recordó el laberinto que era entrar en el centro de la ciudad de Bremen, yendo a ese lugar. Calles angostas, mucho tránsito, vías únicas. Algunas la saludaron al reconocerla. Casi nunca iba a en auto a esa parte de la comunidad, pues salir era un enredo total. Más cuando se equivocaba de la dirección que podía llevar la calle. Se tuvo que volver experta en ese lugar en ese momento, viendo el tráfico avanzar poco, deteniéndose a cada nada por culpa de los autos que tenía al frente.
Santos redujo la velocidad en cuanto la pequeña Nessi insistió en tener hambre, encontrando un sitio apto para llenar el tanque, comprar algunas cosas para llevar en el camino y que Kiara fuese a comprar comida rápida. __ Nunca habíamos comido en el auto. - se emocionó la niña. __ Es como una fiesta de té en un carruaje. - la distrajo Evelyn. - Solo que esto es jugo de frambuesas y comemos pollo frito.__ Pero no tengo mi vestido. - se fijó en lo que llevaba puesto. - Las princesas siempre tienen su vestido cuando van en el carruaje.La pronunciación de la última palabra los hizo reír luego de que ella se quedara pensando si lo había dicho bien. __ Las princesas imponen modas. Tú con ese pijama te ves fenomenal y nadie va a cuestionarse porqué lo llevas puesto. - Evelyn era quien más ocurrencias tenía para que no pensara más en lo que ocurría, por lo que Kiara solo la apoyó, mientras Santos regresó con algunas bolsas que puso en el maletero. Su cara tensa preocupó a Kiara, quien le
Kiara se despertó con un dolor que lanzó bombardeos a su cuerpo por completo. Su mano tembló con solo ver las salpicaduras de color rojo en piel. Su frente tenía perlas de sudor, deslizando con una lentitud, que pudo seguir el recorrido hasta caer al suelo. Tardó dos segundos para recordar a Nessi. Su impulso de ponerse de pie y correr en su búsqueda fue instintivo. No obstante, en cuanto lo intentó, las cadenas en su espalda la forzaron a quedarse en su sitio. Tan pronto como supo de su situación, la lucha reinició. Deseó tener la suficiente fuerza para romperlas, solo quedó en su mente, pues, ¿que podía hacer si no contaba con ello? Pero su instinto maternal era aún más fuerte y no dejó de hacerlo, lastimarse con cada sacudida. Su cintura estaba rodeada por completo, atada a un poste de madera, mientras sus manos estaban colgadas a la altura de su rostro, suplicando a los cielos por piedad de ellos para su pequeña hija. Solo que para la extensa y cruel pandilla no existía la def
Bastian carraspeó en varias ocasiones. La luz dejó de existir en la parte subterránea de esa casa, la lluvia no se escuchó tan fuerte y al menos agradeció que eso existiera, le dio un respiro. Caminó por cada pasillo, recordando que un pasado había hecho su regreso y ese cordero en sacrificio fue devuelto a su vida, sin siquiera buscar que pasara. ¿Tan jodido era el mundo para ponerle las tentaciones enfrente? ¿O tan jodido estaba él para sentir satisfacción por qué haya ocurrido? Le gustó la idea de verla de nuevo. Pero sabía que estaba mejor lejos, sin creer que lograron capturarla después de años. Debió irse del país. Aunque entendía que posibilidades no tenía y de seguro sabía que el parlamento contaba con vigías en todos lados. La encontrarían más rápido si usaba pasaporte. No importaba si era falso, ellos buscaban rostros, o nombres. El parlamento y él eran cosas muy diferentes. El era dueño de la tríada de la sangre negra, hacía y deshacía a su antojo dentro de sus negocio
__ ¿A donde se dirige, señorita Amaranta? - preguntó Marc cuando la vio tomar las dos escaleras. __ Escuché que mi prometido tiene migraña y preparé algo que puede hacerle bien. - mostró ña bandeja. __ Si escuchó eso, supongo que se enteró que nadie tiene permitido subir al segundo nivel. - le explicó con amabilidad. __ Hablan del resto. Recuerda quien soy en su vida. - estableció sin mayor preocupación, subiendo otro par de escalones más antes que fuera el asesor Marc quien se le plante de frente, irrumpiendo su paso. __ Lo lamento. Las órdenes del Don no son cuestionables. - su amabilidad y caballerosidad lo definió, como siempre. __ Eres un asesor, no quien demanda lo que sucede en esta casa, así que a un lado, soy la señora y dentro de poco, si no te quitas, le pediré al señor tu ejecución por la falta de respeto. - soltó cambiando por completo su amable mirada. Fue educada para saber, pensar y comportarse como la dueña de algo en un futuro, ser la esposa de alguien le daría