José sacudió la cabeza, mirando esos ojos preocupados de Javier, sintiendo como si cuchillos le desgarraran lentamente. A pesar de que Javier también estaba angustiado, se apresuró a consolarlo. Pero, ¿merecía José tal preocupación?
No, no la merecía.
Todo era su culpa. Si no hubiera sido tan estúpido e impulsivo, si no se hubiera dejado manipular para hacer esas cosas, su mamá no estaría sufriendo de enfermedad y Javier no estaría tan asustado.
—Necesito estar solo un momento, para calmarme —dijo José con una sonrisa forzada a Javier, y luego entró al baño, cerrando la puerta con llave.
Javier quiso seguirlo, pero Jose fue más rápido y se quedó fuera.
Javier estaba muy ansioso:
—José, sé que estás muy preocupado, pero estoy seguro de que encontraremos una solución. Las cosas ya están bastante caóticas, ¡por favor, no te desesperes y hagas alguna tontería!
José sintió un nudo en la garganta, estuvo a punto de llorar.
—Estoy bien, tranquilo, no voy a hacer ninguna tontería.
Aunque José